El Papa Francisco aprobó un milagro de Mama Antula y será la primera santa argentina
Había sido beatificada en 2016. Según fuentes vaticanas, la ceremonia de canonización tendría lugar en la Plaza de San Pedro a inicios de 2024.
En los últimos días, el Papa Francisco autorizó al Dicasterio para las Causas de los Santos a promulgar el decreto sobre un milagro atribuido a la intercesión de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, conocida actualmente como Mama Antula o, también, María Antonia de San José. Así, la fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires -que nació en 1730 en Silipica, Santiago del Estero, y falleció el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires- se convertirá en la primera santa argentina. Según fuentes vaticanas, la ceremonia de canonización tendría lugar en la Plaza de San Pedro a inicios de 2024.
Mama Antula había sido beatificada en 2016 en Santiago del Estero, luego de que el Papa autorizara la publicación de un milagro por la sanación de una religiosa de las Hijas del Divino Salvador, quien habría recuperado la salud en 1900 por intercesión de la fundadora y madre espiritual de esa congregación. En 2010, el entonces Sumo Pontífice Benedicto XVI había dado el primer paso hacia la beatificación de Mama Antula al considerarla "venerable", tras reconocer que "practicó las virtudes cristianas en grado heroico".
El milagro para la canonización
El milagro que dio paso a su canonización fue la supervivencia milagrosa del señor C. P. (nacido en 1959), que sufrió un “ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, coma profundo, sepsis, shock séptico resistente, con fallo multiorgánico”. Ingresado en la unidad de cuidados intensivos en estado comatoso, el TAC mostró un infarto muy extenso del tronco encefálico. El pronóstico fue muy negativo con muy pocas posibilidades de volver a la vida normal debido a las lesiones cerebrales irreparables. Al cabo de unos días, mostró una notable mejoría y, tras unos meses de fisioterapia, era independiente, autónomo en su vida diaria, realizando tareas manuales normales.
Todos los familiares y amigos del enfermo rezaron pidiendo la intercesión de la Beata María Antonia de San José. Siete personas que no eran amigos ni familiares también rezaron por la salud del enfermo pidiendo la intercesión de la Beata Madre Antula. El milagro presentado para la curación del Sr. C.P. ocurrió en el hospital de Santa Fe. Comparando las conclusiones científicas a las que llegaron los médicos tratantes y la consulta médica del 14 de septiembre de 2023, sobre la curación del C.P. y de los textos todos que atestiguan la invocación de la Beata maría Antonia de San José, la relación entre invocación y curación se hizo “clara y evidente”.
En La Matanza
En la actualidad, las localidades matanceras de González Catán (Colegio Hogar San Mauricio) e Isidro Casanova (Hogar de Cristo Mama Antula) poseen dos de las siete instituciones reconocidas en las que se le rinde tributo dentro de la provincia de Buenos Aires.
Quién fue Mama Antula
María Antonia de la Paz y Figueroa nació en 1930 en Silipica, en la actual provincia de Santiago del Estero, capital entonces de la intendencia de San Miguel de Tucumán, en el Virreinato del Río de la Plata. Su niñez transcurrió jugando con sus hermanas y con los hijos de los nativos que integraban la encomienda indígena de su padre. Recibió una esmerada educación, poco frecuente por entonces. Siendo adolescente, su familia se estableció en la ciudad y allí la joven comenzó a visitar la iglesia de los jesuitas, con quienes colaboró en la preparación de los ejercicios espirituales que impartían.
A los 15 años decide consagrarse a Dios, bajo la forma de lo que entonces se llamaban “beatas” -actualmente conocidas como “laicas consagradas”-. Las beatas vivían en comunidad, sin votos de clausura, colaborando con las tareas de los jesuitas. A partir de entonces, su función fue enseñar el catecismo a los niños, coser, bordar, repartir limosnas y cuidar a los enfermos. Prácticas benéficas que le permitían desarrollar nuevos roles, que la ponían en contacto con otros sujetos sociales, incluidos los provenientes de sectores populares, y salir de la esfera doméstica a la que estaban relegadas las mujeres por entonces. En el ejercicio del apostolado que ella había elegido por vocación primaba el amor, la paciencia y la entrega.
Continuadora de la obra de los jesuitas
En 1767, ante la polémica decisión de Carlos III de expulsar a los jesuitas de todos los reinos españoles -también de América- y la siguiente supresión de la Compañía de Jesús por parte del Papa Clemente XIV, María Antonia, que por entonces tenía 37 años, no se queda lamentando el derrumbe de una obra tan colosal como eran las reducciones, sino que pone manos a la obra. Entonces, inicia la segunda evangelización del actual territorio argentino mediante una catequesis que va más allá de la "instrucción" religiosa, y está orientada a la “conversión de los corazones, de donde procederá la conversión de la sociedad”.
Así, decide continuar con la obra de los jesuitas, organiza los ejercicios espirituales al modo de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, primero en su ciudad natal y, poco a poco, empieza a caminar los polvorientos caminos del campo santiagueño. Luego, con el permiso del obispo de Tucumán, decidió extenderlos por los pueblos del noroeste argentino. Así, recorrió las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja. En 1777 pasó a Córdoba, donde continuó con los ejercicios en la antigua iglesia jesuita.
Dos años más tarde, Mama Antula recorrió a pie, con las beatas, más de 1.400 kilómetros, llenos de diversos peligros, para llegar a Buenos Aires. Allí, tanto el obispo como el virrey se mostraron en un principio recelosos de estas mujeres, calificadas por algunos como “locas” o “brujas”. Sin embargo, tras nueve meses de espera, el obispo terminó aceptando su petición, y en agosto de 1780 se abrieron los ejercicios ignacianos en Buenos Aires. De allí los lleva a la actual Uruguay, más precisamente a Colonia y Montevideo. Al retornar a Buenos Aires, tres años después, se empeña en la construcción del que hoy es uno de los edificios más antiguos de la ciudad, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, ubicada en la esquina de Independencia y 9 de Julio.
Predicación en todo el país
Recorrió a pie, y a veces en un carretón, gran parte del territorio argentino, integrando en Cristo a los pueblos originarios -hablaba el quichua-, los gauchos, los negros y los sectores más humildes de la sociedad. A los ejercicios que ella organizaba concurrían tanto hombres como mujeres, sin distinción de clases sociales, participando unos y otras con sus criados y sirvientas. Se estima en más de 70.000 las personas que se beneficiaron de los retiros que impartía, cuando la población cristiana no llegaría al medio millón de personas, entre ellas, figuras tan destacadas como Liniers, Saavedra, Belgrano, Castelli, Moreno, Rivadavia, Rosas, Alberdi, Mitre y muchos más.
Conocedores de la obra de María Antonia por el epistolario que mantenía con los sacerdotes expulsados, los jesuitas hicieron traducir sus cartas a diversos idiomas. Y en 1791 difundieron su labor a través de un libro biográfico anónimo titulado Estandarte de la mujer fuerte en nuestros días. Su fama trascendió el virreinato para expandirse por Europa y Asia.
Se atribuyen a María Antonia muchos hechos prodigiosos realizados en vida, como la multiplicación de la comida o la transformación del pan en fruta. Ella introduce en el país la devoción al Niño Jesús y la de San Cayetano. Por su acción queda restablecida la fiesta de San Ignacio, que había sido suprimida en cumplimiento de las ordenanzas reales. Y también dejó sentadas las bases de lo que fue, más adelante, la congregación de Hijas del Divino Salvador. Es la madre espiritual del “cura Brochero”.
El 7 marzo 1799, a los 69 años, muere María Antonia, precisamente en la casa de ejercicios espirituales. Sus restos descansan en la Basílica de Nuestra Señora de la Piedad, en Buenos Aires.
Fuentes: Agencia Informativa Católica Argentina y Obra de Don Bosco en Argentina.