La Candela, el predio matancero donde se gestaron las ilusiones de muchos pibes con la azul y oro

Desde los inicios de los ´60s, y por cuatro décadas, miles y miles de jóvenes pasaron por la cantera de Boca, en Villa Luzuriaga, con el sueño de representar al xeneize en Primera. Historia de un lugar mítico.

Hubo una época en la que La Matanza, más precisamente Villa Luzuriaga, se vistió de azul y amarillo. Miles de pibes asistían, con sus camisetas, pantaloncitos y botines, a La Candela, el complejo que el club Boca Juniors tenía en Camino de Cintura y por el que también pasaron grandes estrellas del fútbol argentino, cuando la Primera del Xeneize concentraba antes de los partidos.

La historia comenzó en 1961, cuando el histórico presidente de la institución, Armando J. Armando, compró seis hectáreas por trece millones de pesos. En ese predio, hoy circundado por la Ruta Provincial N° 4 (Monseñor Bufano, más conocida como Camino de Cintura) y las calles Triunvirato, Chenaut y Buchardo, a fines del siglo XIX pertenecía a una familia alemana que se afincó para criar caballos. Fue así que los germanos construyeron una casona con materiales de primera calidad, los cuales fueron importados de Europa y los que gran parte de ellos se mantenían, en perfectas condiciones, cuando el plantel de Primera utilizó dicho mobiliario para los aislamientos previos a los compromisos de la AFA.

La idea de Armando y de Adolfo Pedernera, integrante de la Máquina de River y entrenador de Boca por esos años, era que ese predio sirviera para los entrenamientos, tanto de la Primera como de las divisiones inferiores, y para disputar los partidos de los jóvenes. Las primeras tareas fueron de nivelación del viejo parque de la estancia para contar con dos canchas, delineadas con medidas reglamentarias. También había otro jardín cuadrado -inmensurable para los tamaños de una cancha profesional-, entre la ruta y una inmensa pileta, el cual, unos años después, se dispuso para los movimientos del plantel profesional. De ahí que se agolpaban cientos y cientos de fanáticos para ver a Rojitas, Potente, Grillo y tantas figuras que vistieron la casaca azul y oro.

El dirigente también dio la orden para construir un complejo, al costado de la casona principal, para que los jóvenes que eran captados en el Interior del país, pudieran pernoctar en la pensión. Llegaron a vivir 25 chicos en La Candela, con todas las comodidades; comedor, salón de juegos y gimnasio. Una veintena de personas, entre cocineras, maestranza, cancheros, utileros, limpieza y serenos, llegaron a trabajar en el predio.

Pero no todo fue esplendor en La Candela: en 1981, por caso, el equipo de Marzolini que luego saldría campeón del Metropolitano, con Gatti, Pernía, Ruggeri, Mouzo, Brindisi y Maradona, entre otras figuras, fue “intimidado” una noche por la barrabrava, con José Barrita a la cabeza, para que no perdieran ese torneo contra el Ferro de Griguol.

Asimismo, a mediados de los 80’, cuando Boca estaba al borde de la desaparición por los problemas económicos y los jugadores profesionales no se presentaban a jugar por falta de pago, los chicos de la pensión también la pasaban mal. Sin agua caliente en las duchas, ni alimentos para sus comidas, entre otros males, varios socios e hinchas se acercaban y ayudaban a los abandonados juveniles. Uno de los más asiduos colaboradores era el modelo-diseñador Ante Garmaz, quien acudía periódicamente para asistirlos.

Muchos fueron los que dieron sus primeros pasos en La Candela. Algunos llegaron a Primera y fueron ídolos, como Diego Soñora, Fabián Carrizo, Ricardo Gareca, Marcelo Trobbiani, Enzo Ferrero, Luis María Carregado y los ya mencionados Mouzo, Rojas y Potente. Otros surgieron de allí, llegaron a Primera, pero con otras camisetas.

Pedro Troglio (foto en blanco y negro, el primero hincado de la izquierda) fue uno de ellos, quien jugó en la Novena y Octava pero no continuó la escalera porque, sus entrenadores de ese momento, entendían que era muy menudo para su categoría (65’). Más acá en el tiempo, otro futbolista que vistió la azul y oro fue Mariano Pavone (82’), campeón y goleador de la Novena en el torneo Apertura 1996. Un día, el DT le pidió que le mostrara la camiseta que tenía debajo de la del club y el Tanque develó la de ¡River! Pablo López (ídolo de Español), Rodrigo Alonso (actual defensor de Almirante Brown), Pablo Migliore (debutó con Huracán) y Fabricio Coloccini (hoy en San Lorenzo) fueron otros destacados jugadores que pasaron, en los últimos años, por la cantera xeneize.

Hasta mediados de los ´90s, los chicos continuaron soñando con llegar a la máxima categoría del fútbol argentino, pisando el césped de La Candela. Sin embargo, con la asunción de Mauricio Macri a la presidencia, en 1995, el predio comenzó a quedar de lado, ya que las Inferiores se mudaron poco después al Parque Sarmiento para realizar sus entrenamientos y, la Primera, al espacio del Sindicato de Empleados de Comercio, en Ezeiza.

Durante varios años, la municipalidad de La Matanza y otros concesionarios utilizaron el lugar para distintas actividades, hasta que, en 2005, Boca le vendió la propiedad por 350.000 dólares al Centro de Entrenamiento para Futbolistas de Alto Rendimiento (CEFAR), dirigido por Jorge "Coqui" Raffo, donde unos 300 jugadores libres se entrenaban. Posteriormente, se desarrolló el “Proyecto Barcelona”, un plan del club catalán para llevar adelante una especie de “La Masia” en pleno corazón de La Matanza. Pero la intención no prosperó y, en 2012, Daniel Angelici concretó una de sus promesas de campaña cuando se presentó en las elecciones para presidente: “Queremos recuperar La Candela”. Tras desembolsar dos millones de dólares, el predio volvió a pintarse de azul y amarillo.

Aunque poco duró. A fines de 2016, Boca decidió enviar a todas formativas a la finca de 40 hectáreas de Ezeiza y, al año siguiente, le vendió el histórico reducto, allí donde se captaron, formaron, promocionaron y consolidaron varias generaciones de futbolistas, a Deportivo Riestra. Cerrando, así, una parte grande de su historia. Esa que tuvo a La Matanza como epicentro.