Umberto Eco, el rey de la Edad Media
El escritor, semiólogo y filósofo nació el 5 de enero de 1932 en Italia. Fue autor de grandes libros académicos y de la popular novela medieval “El nombre de la rosa”. Supo unir mundos remotos con el presente para entender su época.
Por Daniel Artola
Umberto Eco (1932-2016) explicó el mundo con la Semiología y con libros de consulta para los estudiantes. Una eminencia escuchada con atención que un día se convirtió en un escritor famoso, reconocido a nivel mundial por gente que nunca pisó un claustro universitario ni sabía de su existencia. Un artista pop.
La pericia y el talento del piamontés lo llevó a escribier su gran obra: “El nombre de la rosa”. La extraordinaria novela policial y filosófica puede leerse en distintos niveles y en todos funciona a las mil maravillas. Eco se hizo masivo y todos los lectores, legos y entendidos, conocieron al detalle el mundo de la Edad Media que él conocía como si hubiese viajado en el tiempo.
El sueño de cualquier escritor, a grandes rasgos, es llegar a todos los lectores con temas, quizá, difíciles. La vida en un convento franciscano en el siglo XIV, la división del día para la oración en maitines, primeras, laudes, tercias y vísperas (perdón por el orden alterado). Textos en latín, enigmas policiales y un crimen por resolver al estilo Sherlock Holmes son parte de esa pintura que Eco mostró a millones de lectores.
La biblioteca infinita
De estatura mediana, barba profusa, anteojos y una calva en forma de coronilla, el autor camina por su casa y a la par asoma en cada pared una biblioteca. Los libros llegan hasta el techo y gobiernan el lugar. Hay un documental que muestra a Eco en esa intimidad de papel, la cámara lo sigue de atrás sin perder pisada. Eco camina ágil, inquieto, y dice que cuando llegó a vivir ahí eran 30.000 ejemplares, pero que ya perdió la cuenta.
Esa multitud de hojas y tapas no lo distrae: es capaz de encontrar el libro que buscaba sin errores con un golpe de vista. ¿Habrá leído Eco a todos esos autores? Sospechamos que sí. Como gran homenaje a los libros, en “El nombre de la rosa” hay un bibliotecario ciego que guarda textos autorizados por la Santa Inquisición y, también, los prohibidos. Gran homenaje a Borges: la felicidad es igual a una biblioteca.
Eco afirmó que “quien lee habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás”. En este punto se une de nuevo con Borges, otro gran lector que se jactaba de lo que había leído por sobre lo que había escrito. A ese podio se puede sumar a Ricardo Piglia. “La noción de primera lectura se asocia con la infancia, pero sucede también con el descubrimiento de cada nuevo autor que se conoce”, sostuvo en una charla en Tecnópolis.
No debe existir mayor satisfacción para un intelectual que trascender más allá del aula y que lo lean en el subte o en una playa. Eco logró eso con recursos para nada fáciles sobre las postrimerías del siglo XX, cuando asomaba la computadora, pero reinaban aún el papel y Gutenberg.
“Mi biblioteca es semiológica, lunática, mágica y neumática”, definía Eco, y dejaba una opinión de ese mundo virtual que ya se había instalado sobre el final de su vida, generando aluvión de información. “Demasiadas cosas juntas producen ruido, sin conocimiento”, advirtió. Sigue el dilema de su libro “Apocalípticos e integrados”, de 1965.