Los Otero: legado artístico

Los miembros de la familia desempeñan su talento en diferentes facetas. Una historia de esfuerzo, formación, pasión y perseverancia.

Hay una casa de la calle Soldado Moreno (ex Mocoretá), en Isidro Casanova, que emite destellos artísticos. Es que, allí, han transitado su infancia y adolescencia los hermanos Otero, quienes han desempeñado su talento en diferentes facetas. Mariela, Marisol, Emanuel, Micaela, Santiago, Nicolás, Juan y Florencia han convertido su hogar en un espacio de creación y conexión artística y lúdica, del que se desprenden infinitas anécdotas: desde poner el tocadiscos de su padre e imitar las voces de artistas como Sandro y Dyango, hasta sentarse todos en la escalera para cantar en grupo, pasando por las Navidades familiares, cuando las hermanas mayores escribían y dirigían diferentes obras musicales en las que actuaban junto a sus hermanos y, al finalizar, pasaban la gorra entre los parientes al cantito de "¡Gracias muchas gracias por su colaboración!"

Los años pasaron. Sin embargo, los Otero siempre encuentran una razón para reunirse, ya sea en la vivienda de su niñez, donde aún reside su madre Susana, o en cualquier evento y lugar, que siempre aparece algún instrumento y da inicio a un momento inolvidable.

Algunos se dedican al arte como oficio y otros, como hobbie. Sin embargo, en toda la familia, ha funcionado como un medio de sanación, sobre todo, la música, ante pérdidas y momentos difíciles que debieron atravesar juntos.

"A veces, hay un prejuicio muy grande con el arte, porque los padres se asustan con que sus hijos no estudien una carrera socialmente aceptada o que les genere un futuro económico estable. En mi casa, al estar tan presente el arte, era un camino tan válido como cualquier otro", destacó Nicolás.

En el caso de Marisol, de niña, decidió transitar la música de manera personal. Dado que solo tenía permitido cantar en la Iglesia, se vio obligada a escaparse de su casa para estudiar canto hasta que, un día, su padre asistió a un show en la Casa de Cultura de Ramos Mejía sin saber que se presentaría ella y, al ver su despliegue y talento, decidió apoyarla en su deseo artístico.

"Arranqué con el cero mandato social y, a partir de ahí, se me sumaron todos mis hermanos", recordó, entre risas, Marisol.

Luego de insistir, la Fundación Bernardo Houssay le otorgó una beca para desarrollar sus estudios. De manera complementaria, la joven trabajaba en diferentes comercios para invertir el dinero obtenido en clases de múltiples disciplinas.

"Encontramos una comunión en el arte y, en la música, un lenguaje propio, un código casi de supervivencia”, indicó Florencia, y concluyó: "Marisol fue la que rompió el hielo para que podamos ir detrás de nuestros sueños".

Marisol

En su camino artístico aparecen múltiples proyectos, entre los que se destacan su escuela de comedia musical, situada en el Galpón Artístico de Caballito; su participación en el Coro Polifónico de La Matanza, con el que llegó a cantar en el escenario del Teatro Colón; su actuación protagónica en Mamma Mia y en La Bella y la Bestia en el Teatro Ópera, que incluyó su selección como la mejor Bella de Latinoamérica y su llegada a Broadway; sus discos con temas inéditos y otros provenientes de comedias musicales reversionados y su reciente trabajo en la obra ¿Alicia?. Asimismo, se prepara para subirse al escenario con la puesta Come from away y para protagonizar una película.

"Tengo claro que la música es sanadora. Además, hice obras muy luminosas, por lo que busco transmitir alegría y que la gente pueda escaparse un rato de las realidades fuertes que a veces le toca vivir", manifestó.

Florencia

Su año artístico transcurrió entre escenarios, ya que hizo las obras Rapunzel, Desencantadas, La habitación de Verónica y Forever Young y tuvo presentaciones con la banda Flowertrip, que comparte con su marido Germán Tripel. Asimismo, se prepara para el reestreno de la obra Quién retiene a quién, en febrero, y el lanzamiento de un libro de cuentos para niños.

Hizo su primer casting a los ocho años, al que asistió acompañada por Marisol, y se trataba de la obra Los Miserables, que marcó su primera experiencia profesional. La actriz, que empezó estudiando canto con su hermana, continuó con clases en otros espacios e incorporó danza y comedia musical. Su ruta artística incluye su labor en espectáculos como RENT, Despertar de Primavera, Casi Normales, Tango Feroz y El Violinista en el Tejado.

"Siento que los proyectos que elijo son para transformarme; de alguna forma, vienen a enseñarme algo y, gracias al aprendizaje propio, puedo cambiar un poquito la realidad de otras personas en la butaca", reflexionó.

Santiago

Los primeros espacios de formación que transitó fueron el Coro Juvenil del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, y el Conservatorio, donde estudiaba piano, instrumento que luego le regaló su padre. Más tarde, se recibió en dirección orquestal y como profesor de música, e incursionó en actuación. Hoy, se desempeña como director del Coro Polifónico de La Matanza; reemplazante en el grupo Les Luthiers y pianista y tecladista en Flowertrip. Además, su trayectoria incluye su labor en la obra Asesinato para dos, por la que recibió diversos premios y elogios, su trabajo en El hombre que perdió su sombra y Una vez en la vida, entre otros proyectos.

"El arte apareció como un juego y, después de muchos años de estudio, el desafío es mantenerlo con la espontaneidad e inocencia de la primera vez", analizó.

Nicolás

Durante su adolescencia, se planteó si quería seguir por el camino del arte porque lo sentía así o si lo estaba haciendo porque sus hermanos se conducían por esa vía. Si bien se recibió como docente y geógrafo, que es algo que también le gusta, nunca abandonó la música y complementó ambas actividades. Sin embargo, en los últimos años, sigue en las aulas, pero, la balanza se inclinó hacia el arte y, además de dar y tomar clases de canto y guitarra, compone y toca con su banda matancera Apolo Rock, que, este año, celebró su decimoquinto aniversario.

"Con la música quiero transmitir un mensaje transformador en todo sentido, desde lo más revolucionario hasta la paz interior que uno necesita, para poder tener empatía con el otro y convivir en un mundo con menos violencia y egoísmo", describió.

Micaela

Además de su labor como administrativa, es saxofonista y, desde hace diez años, toca en la big band Saxopatas. Su interés por el instrumento surgió al ver y admirar al saxofonista Oscar Kreimer en el programa Badía y compañía, quien, años más tarde, fue su profesor. Sin embargo, la joven se enfrentaba a dos barreras: por un lado, no contaba con el dinero para comprarlo y, por otro lado, a su papá le parecía un instrumento masculino, por lo que prefería que tocara el piano o el arpa. De todos modos, insistió, con el incentivo de Marisol, y lo pidió para sus 15, en lugar de la fiesta. Hasta que un día, su padre llegó con el saxo y, desde ahí, la joven no paró: se formó, dio clases y tocó en orquestas.

"Soy un poco tímida, por lo que la música es como un escape de donde uno puede sacar cosas que no puede expresar hablando. Como familia, nos sanó y lo sigue haciendo", contó.

Mariela

De niña, se acercó al arte a través del canto y la guitarra en la Iglesia. Sin embargo, a la hora de elegir su camino profesional optó por la docencia, por lo que fue maestra de jardín y, hoy, es profesora de Literatura. En dicha materia, relaciona autores con la música y la pintura.

"Siento que la relación con el arte se generó en casa como algo prácticamente innato y nos unió en los momentos más difíciles que nos tocó vivenciar como hermanos", recordó Mariela y, sobre sus motivaciones artísticas, enunció: "Intento expresar lo que siento, pienso y soy".

Juan

Comenzó a transitar los escenarios a sus doce años con la banda Último round, en la que cantaba y tocaba la armónica. Además, estudió violín en el Conservatorio y arrancó teatro. Hoy, además de trabajar diariamente como repartidor, integra el conjunto Rodando, en el que hace tributo a Los Redonditos de Ricota.

"Busco expresar de la mejor manera las sensaciones", señaló.

Emanuel

Hoy, trabaja en una fábrica de calzados y la música está como compañía; no obstante, se encuentra en la búsqueda de bandas para salir a tocar. Pasó por varios conjuntos de rock en los que era baterista y, en uno de ellos, también cantaba. Su vinculación inicial con la bata fue a través de su mejor amigo, quien le enseñaba y, además, le prestaba los platos.

"No me costó empezar a tocar la batería, pero sí requirió de mucha práctica. Con mis hermanos, tenemos mucho oído; se nos hace más fácil agarrar y seguir las notas", explicó.