Malena Solda: “Las contradicciones hacen verdadero al personaje”
La actriz interpreta a Ethel en la segunda temporada de “Argentina, tierra de amor y venganza” (ATAV 2). Se refirió al rol de su personaje dentro del teatro de revista y al valor de la ficción nacional en la TV abierta. Las reversiones en la profesión y su incursión en el universo sonoro.
En la actualidad, casi no se realizan espectáculos enmarcados en el mítico teatro de revista, sin embargo, de lunes a viernes hay funciones nocturnas de este tipo de show en la televisión. A través de la segunda temporada de la telenovela Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV 2), emitida por El Trece, el público puede conocer y/o recordar cómo era el popular género en Buenos Aires durante la década de 1980. Y detrás de escena se encuentra Ethel, la perspicaz y rígida productora interpretada por Malena Solda.
Aunque su rutina no transcurre en el interior de los camarines, desde su oficina vigila las acciones de su marido, el director y dramaturgo Horacio Hills (Juan Gil Navarro), y de sus protagónicas vedettes, Ana (Justina Bustos), Mónica (Andrea Rincón) y Leticia (Jessica Abouchain), así como también sigue desde cerca la cobertura que hacen los medios de comunicación respecto a lo que sucede arriba y debajo de las tablas.
- Si bien a lo largo de tu trayectoria hiciste mucho teatro, no participaste del género revisteril, ¿cómo te sumergiste en ese ámbito?
- Nunca fui de ver teatro de revista. Tenía muchas ganas de hacerlo antes de la novela, pero al final no lo hice. Más que nada observé el decorado, con las plumas, los maquillajes, las chicas medio desnudas, los personajes masculinos que las rodeaban, los intereses que había detrás. Todo eso ya me daba una pauta del lugar en el que estaba Ethel. Y vi en YouTube el almuerzo de las vedettes que se recreó en la novela. Además, el mismo año que grabábamos (2022), yo hacía la obra de teatro Julio César, cuyo personaje lo interpretaba Moria Casán, así que ahí tenía una fuente de inspiración muy cercana. También leí bastante sobre Ethel Rojo y su marido, ya que busqué alguna referencia de productora de la época y no encontré, evidentemente no había. Pero Rojo estaba casada con el dueño de Crónica y de teatros, entonces me pareció que mi papel, sin ser vedette, era lo más parecido.
- Respecto a esta licencia que se toma la ficción en relación al rol de productora en la década de 1980, ¿qué te representó ocupar ese cargo con tanta fuerza?
- Con Juan Gil Navarro pensábamos que Ethel tenía que tener un color diferente al de las demás mujeres que estaban en el teatro. Lo que yo leía al principio era que ella tenía un tono parecido al personaje de Mónica, por cómo se plantaba para pedir las cosas, como un capricho. Y a nosotros nos parecía que era importante que realmente tuviera autoridad, para eso me apoyé en sus diferencias con el entorno. Ethel era una mujer más grande, con un matrimonio de muchos años, entonces se comportaba de manera distinta, sobre todo en ese contexto. Las otras mujeres, por la estructura machista de la época, buscaban cómo salvarse permanentemente, como cuando Mónica dice 'me vas a dejar un departamento', y otra dice 'me regalaron un auto'. Por lo tanto, consideraba valioso que mi personaje no tuviera esa urgencia, que fuera independiente y, si bien dependía económicamente del marido, si un día se separaba no se iba a quedar en la calle. Al tener esa seguridad generaba otra conducta, otra forma de manejarse en la vida, con una tranquilidad que le daba autoridad, hablaba despacio, más grave, ¡no había nada que la apurara!
- Así como hay momentos en los que destrata a sus vedettes, hay otros en los que empatiza con sus problemas, ¿cómo abordaste esa ambigüedad?
- Algunas personas creen que todas las mujeres más grandes tienen envidia de las más jóvenes, y eso no es necesariamente así. Y es lo que yo planteaba cuando leía los primeros guiones. A una mujer más grande le da ternura otra más joven, le dan ganas de aconsejarla, de protegerla, y también la saca de quicio y le puede colmar la paciencia y ponerla ansiosa, porque no puede entender que se sigue mandando las mismas macanas. Además, en ATAV 2 son muchos capítulos para poder mostrar distintos matices, para no aburrir, y que también sea algo verdadero, porque en la vida nadie es solamente de una manera. Las contradicciones hacen verdadero al personaje. A lo largo de los episodios hay momentos en los que Ethel es 'mamá gallina' y protege a las chicas, y hay otros en los que es sargento y las manda a hacerse análisis de sangre porque quiere que estén sanas. Todo dentro de lo dura que es ella para demostrar emociones, ya que la vida la hizo un poco así, y otro poco porque a ella le gusta ese rol.
- Asimismo, se caracteriza por ser mediadora entre distintas personas y circunstancias, fuera de la ficción, en tu profesión, ¿en qué ocasiones tuviste que mediar?
- A veces me ha tocado algún compañero que se pone de malhumor, o que está por estallar, y corremos el riesgo de que maltrate a alguien que esté cerca, y a mí no me gusta ese trato en ningún lado, ni en el trabajo ni en la vida, además me pone muy incómoda estar en el medio de una discusión, que se puede poner más violenta. Entonces, siempre trato de aflojar, le hago un chiste, y con eso se distiende un poco la situación. Por otro lado, si hay un momento donde no hay una autoridad, porque quien dirige -o asiste- no está presente, soy quien ordena un poco el set. Por ejemplo, si hay que pasar letra antes de hacer la escena, y hay actores y actrices que son más dispersos, yo soy quien organiza un poco y digo, 'Hacemos esto bien una vez, así cuando vamos a filmar se graba de una y nos vamos a casa, ¿les parece?'. Me pongo un poco en ese rol, pero, en general, hay una figura de poder, por lo que no hace falta que yo esté en ese lugar.
- ¿Y mediar con vos misma?
- Sí, porque las situaciones ideales de trabajo no existen. Así como tampoco las situaciones en las que tanto la propuesta, como el guion, los compañeros, y el director o la directora, son espectaculares. Entonces digo, 'El guion no me gusta mucho, pero voy a trabajar con ellos dos que me llevo muy bien, y la directora es buenísima'. O, no me gusta tanto la locación y hay que viajar mucho, pero no me importa. Así voy armando una ecuación para que me cierre, porque si me quedo esperando a que llegue el proyecto ideal no trabajo nunca.
- Aunque ATAV 2 es vista en distintos dispositivos y plataformas, su principal ventana es la televisión abierta, ¿cuál considerás que es el valor de su presencia en este medio?
- Es importante que haya ficción, en el caso de Argentina, tierra de amor y venganza o de cualquier otra, porque es parte de nuestra cultura, de poder reafirmar ese espacio, de saber quiénes somos. En ATAV 2 estamos hablando de cómo era la Argentina en la década del '80, en el aspecto político, social, idiosincrático, con actores y actrices que son nuestros, entonces se define y reafirma la identidad cultural, si uno sabe quién es después es difícil que lo quieran embaucar. Si uno tiene bien claro qué le gusta, y qué no, qué lo define, y qué no, qué tiene que ver con uno mismo, y qué no, de qué le interesa hablar, y cuáles son sus necesidades para definirse como sociedad, abordar todo eso lo permite la televisión, pero no sucede solo ahí. Creo que también hay que salir un poco de ese lugar en el que toda respuesta de un éxito depende exclusivamente de la televisión. Ahora son muchos los canales para llegar a la gente, por ejemplo, plataformas como Flow o YouTube, redes sociales, en fin, hay muchas herramientas para que el público pueda ver algo de la Historia.
- Cambiando de faceta, ejercés la docencia actoral, ¿qué premisas transmitís a tus estudiantes?
- Que actuar es jugar, que no se olviden de disfrutar, que hay que hacerlo en serio, pero no hay que tomarse en serio a uno mismo. No tiene que ver con el ego, sino con poder comunicar y conectar con el otro, desde la mirada, el cuerpo, las situaciones, y demás. A su vez, para aquellos que quieren ser, o son, actrices y actores, lo más importante es que puedan ser autogestivos, que no se queden esperando la llamada de un productor, ni que la oportunidad venga de afuera, porque a veces llega, a veces no, y por más que aparezca, o no, esa espera puede ser muy ingrata. Hace 20 años les hubiese dicho, '¡Armá tu propia obra de teatro!', mientras que ahora puede ser, '¡Armá tu propia obra de teatro o podcast!, ¡Hacéte un canal en YouTube!, ¡Filmáte y subílo!'. Gracias a la tecnología, hay un montón de herramientas que permiten hacer pilotos de manera económica, en los que uno está ejerciendo su creatividad.
- Deconstruir lo construido, ¿a qué le diste una 'vuelta de tuerca' y le pusiste tu sello en este camino actoral?
- Siempre tuve la conciencia de que cada uno es único. Cuando uno está trabajando un texto clásico, por ejemplo, de Shakespeare, que ya lo hicieron millones de actores, uno dice, 'Le voy a poner algo diferente, porque todo el mundo ya conoce a Hamlet, voy a hacer que el mío sea distinto'. En realidad, no hace falta imponerle algo para que sea especial, ya cada uno de nosotros es único. La forma de decir, de hablar, las impresiones, son distintas a las de cualquier otro, entonces no hace falta decidirlo por anticipado. Cuando subo al escenario sé que la que está a cargo de ese personaje esa noche soy yo, por ende, soy la mejor opción que tiene el público, no puede elegir entre otras. El rol está en mis manos, y lo voy a hacer lo mejor que pueda, lo voy a dar todo, eso ya me hace única. Y sin querer estoy reversionando sobre un personaje que ya lo hicieron muchas personas antes, ¡es mi versión! Más allá de eso, estoy divirtiéndome más. Creo que eso viene con los años y con la madurez, con romper estructuras sobre qué es lo que se espera de mí. Cuando uno es más joven es más difícil animarse a decir, 'No sé qué esperas de mí, ¡pero voy a hacer lo que se me cante y me voy a divertir!'. En los últimos trabajos que hice me divertí muchísimo, estoy menos temerosa, voy ganando libertad.
El poder de la voz
En los últimos años, Malena participó de varios proyectos vinculados al universo sonoro: actuó en la ficción de cuatro episodios Yo no soy la hija de Nina Simone (de Julie Gilbert), conversó con amigos y colegas del mundo del cine, el teatro y la televisión a través del podcast Fuera de libreto, y dirigió actores en el podcast de la Revista Orsai.
“Los podcasts me encantan y me acompañan, y en pandemia también escuché audiolibros muy buenos. Lo sonoro es como el origen, cuando las personas de las cavernas se juntaban alrededor del fuego y contaban historias. O nosotros que, cuando éramos chicos, antes de irnos a dormir, nos gustaba que nos leyeran un cuento. El podcast tiene un poco de eso, de volver al inicio, a escuchar qué te van a contar y a dónde te vas a trasladar con la imaginación, como pasó con los radioteatros en su momento. Es un formato que tiene muchísimas ramificaciones: puede ser de entrevistas, documental, de recetas de cocina, de historia; con muy poco presupuesto se puede resolver excelente. Obviamente, se necesita de mucho tiempo y criterio”, señaló Solda.
Ficción, performance y sociedad
Un ejercicio de reflexión conjunta entre artistas, especialistas, público y sociedad que buscan enriquecerse recíprocamente. Así se presenta Proyecto Prisma en su sitio web, y se trata de una destacada iniciativa cultural coordinada por Solda junto a la bailarina y coreógrafa Valeria Kovadloff.
Acerca de la propuesta artística, Malena describió: “Hacemos distintas acciones que tienen en común la perspectiva de género, que es sobre lo que nos interesa hablar a Valeria y a mí. Por eso Prisma, es cambiar el punto de vista. Las primeras cosas que hicimos tenían que ver con dramaturgas o proyectos que venían de Suiza, como Yo no soy la hija de Nina Simone. Y su autora Julie nos mostró otro formato que fue La biblioteca sonora de las mujeres. Ahí se le da espacio a las voces de grandes escritoras de la literatura universal, que tal vez no tienen el mismo lugar que otros colegas, simplemente por el hecho de ser mujeres. Algunas son muy reconocidas, como Simone de Beauvoir, pero hay otras que no lo son tanto a nivel masivo, como Olga Orozco -comparada con Jorge Luis Borges no tiene el mismo alcance-”.
Y, a continuación, agregó: “En pandemia, nosotras armamos una agenda de llamados y la gente se anotaba. Uno leía en su Instagram, '¿Tenés ganas de hablar con Alejandra Pizarnik? ¡Podés arreglar una cita con ella en nuestra página web!'. Entonces, uno se inscribía en un día y horario, y ahí lo llamaba Pilar Gamboa representando a Alejandra, y le decía un monólogo. El objetivo era que el oyente se interesara por la vida de esa autora y que, eventualmente, también tuviera ganas de leer algo de lo que ella hizo. Además de las escritoras que ya tenía Julie, nosotras sumamos a las argentinas Pizarnik, Orozco, Hebe Uhart y Salvadora Medina Onrubia. Para este año, tenemos pensadas otras acciones, estamos definiendo cuáles van a ser”.