Leonor Benedetto y Ana María Picchio: humor y reflexión en escena
Las reconocidas actrices protagonizan la obra “Perdida Mente”, que el 6 de octubre se presentará en el Teatro Universidad. Se refirieron a su encuentro en escena y al abordaje de la salud mental en el espectáculo. Sus búsquedas artísticas y el recuerdo de “Rosa de lejos” y “La tregua”.
En el transcurso de sus notables trayectorias, tanto Leonor Benedetto como Ana María Picchio formaron parte de numerosas obras audiovisuales y teatrales con colegas de diferentes generaciones. Sin embargo, hasta 2021, por los distintos rumbos de sus caminos, no habían tenido la oportunidad de compartir un proyecto. Hasta que, ese año, se reunieron en escena a través de la obra Perdida Mente, donde ambas demuestran su experiencia y vocación artística.
En el marco de la exitosa gira, la comedia dirigida por José María Muscari -que también fue el escritor junto a Mariela Asensio- se presentará el viernes 6 de octubre a las 21 en el Teatro Universidad (Florencio Varela 1.903, San Justo). Allí, Benedetto interpretará a la poderosa jueza de la Nación María Inés, quien integra la alta sociedad y domina el humor y la ironía. Hasta que, un día, su cerebro requerirá la ayuda de las distintas mujeres que la rodean. Entre ellas, se hará presente Shirley, su noble mucama y apoyo emocional, encarnada por Picchio.
El elenco de Perdida Mente se completa con Iliana Calabró, Emilia Mazer y Mirta Wons. Las entradas pueden adquirirse tanto en la boletería del auditorio de la Universidad Nacional de La Matanza (lunes a viernes de 11 a 21, sábados, domingos y feriados de 15 a 21) como en el sitio web Ticketek.
La obra ya lleva varias temporadas, pero el teatro es 'aquí y ahora'... ¿qué descubren en cada función?
Leonor Benedetto: El teatro, en oposición a lo que piensa mucha gente, no es una repetición, es un evento absolutamente vivo y dinámico. En principio, el público no es el mismo, y aceptar eso ya genera una expectativa y una energía diferentes. Lo que trae la gente incide de manera extraordinaria en mí. Además, me porto casi como un médico, en el sentido de que inmediatamente me doy cuenta de los síntomas que emite el público. La suerte que tenemos nosotros es que vienen bien predispuestos, algo que no siempre ocurre. Las únicas actrices que nos mantenemos desde el elenco original somos Picchio y yo, y algo que noto es que, ahora, los espectadores muestran mayor entusiasmo que al comienzo. Al inicio se sentía algo así como '¡a ver qué hacés y cómo me hablás de este tema tan serio!' Hay una fluidez y una naturalidad cada vez mayor.
Ana María Picchio: ¡Muchas cosas! Primero, el público siempre es diferente. Y, después, la energía que uno trae de la calle, de la semana, y de todo lo que se vive en el país también forma parte del personaje. Entonces, cuando nos preguntan '¿no se cansan de hacer siempre lo mismo?' La respuesta es que se trata de la misma historia, pero desde lugares distintos, con otros enfoques, cada vez más enriquecidos.
Perdida Mente es una comedia feroz y, a su vez, luminosa...
A.M.P: Sí, como suele ser el teatro, que puede contar cosas que te hacen temblar, pero siempre construye. Como dice Antonio Gasalla, el teatro es como un espejo que te adelanta las cosas que te pueden llegar a suceder. Entonces, uno está ahí mansamente sentado, mira y piensa, es como estar encantado por un rato. La gente puede ver esta historia, que es seria y duele -sobre todo para quienes tuvieron esta enfermedad-, pero también está contemplada desde la vida. Vienen personas que observan la obra con una sonrisa y, luego, nos dicen 'yo pasé todo esto, así, de esta manera, y ahora sonrío'. ¡Eso es interesante!
En los últimos tiempos, la salud mental se aborda con mayor frecuencia en la agenda de los medios de comunicación...
L.B: Considero que no son las redes sociales ni es que se puso de moda, sino, simplemente, la difusión que tiene y la falta de temor de las personas para hablar ahora de esos temas. Cuando yo era muy jovencita, y empecé a trabajar, cuidaba a una nena con Síndrome de Down. Me acuerdo perfectamente de las noches en las que la familia tenía visitas o cenas importantes. En ese momento, me pedían que me quedara y me recalcaban que ni yo ni la nena nos podíamos mostrar ante la gente. Eso, hoy, es impensable, y no han pasado dos siglos. Creo que es la propia dinámica de las sociedades, que cambian, de forma lenta, aunque continuada. De modo que nos vamos enterando de algo que parece nuevo, pero desde hace tiempo se está cocinando.
¿Cómo viven el encuentro entre ustedes en escena?
A.M.P: ¡No da ganas de terminar! Con Leonor fuimos compañeras del Conservatorio Nacional, no del mismo año, pero sí de la institución, somos egresadas de allí. Y es difícil trabajar con algún egresado, porque los que nos graduábamos no éramos muchos, entrábamos alrededor de 200 y terminábamos 15, ya que la carrera era eliminatoria. Por lo tanto, para nosotras se trata de un reencuentro formidable, en el que nos comprendemos, nos asociamos en escena y nos quedamos tranquilas.
L.B: Haber sido contemporáneas del Conservatorio no es un hecho menor. No tengo muy claro que me enseñó la institución en términos teatrales, lo que sí tengo muy claro es que me enseñó el resultado de la disciplina, la rutina del estudio, tomarme en serio una tarea, ¡eso es realmente muy enriquecedor! El Conservatorio me dejó algo así como la sacralidad del teatro, no porque hubiera una materia que se llamara así ni se ocupara de eso, sino que se daba el divino fenómeno de que los profesores eran todos serios, no en el sentido de que no se rieran, en cuanto a tomarse con mucho cuidado y respeto todo lo que tenían que traspasar a los alumnos.
La importancia del Teatro Universidad
Cuando Benedetto y Picchio se enteraron de la sala de la Universidad Nacional de la Matanza (UNLaM), inaugurada como espacio teatral en junio de 2022, celebraron su existencia y funcionamiento. “Me parece genial y me emociona muchísimo saber que los alumnos cuentan con ese espacio”, destacó Ana María. Y, a continuación, Leonor resaltó: “¡Es vital! Me parece el acto más adelantado que puede tener una Universidad. Que haya una sala y que la gente aprenda a expresarse es esencial para la felicidad de un pueblo”.
Tomando como disparador el título de la obra, ¿sienten que en algún momento de sus trayectorias estuvieron “perdidas”?
L.B: Si miro en retrospectiva, creo que sí, que tuve momentos, pero no los viví confundida. No recuerdo un día de mi vida, desde que tengo memoria, en el que haya dicho '¡Ay, dios mío, no sé qué hacer!' Siempre caminé con mucha seguridad, aún en el camino equivocado. Entonces, cuando me daba cuenta de que ese no era el camino, retrocedía. No viví esa especie de pánico de no saber a dónde ir.
A.M.P: Hubo un momento después de la dictadura en el que todos nos perdimos, y el reencuentro entre los compañeros fue hermoso, porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos, con quienes se habían salvado. Sinceramente, no tengo una receta para decir cómo se hace para recuperar el tiempo perdido. Es muy difícil, hay que tener mucha paciencia y fe. Y hay que tener mucho cuidado cuando uno vota, hay que cuidar la cultura. No se puede perder de vista lo que hemos acumulado durante tantos años en este país y que nos diferencia del resto, ¡es nuestra identidad!
Si piensan en sus caminos artísticos recorridos, ¿cuánto hay de corazón y cuánto de razón?
L.B: Creo que, en este momento, y ya desde hace bastantes años, funcionan juntos. Es como si hubiera un diálogo entre mi mente y mi corazón. Al principio, diría que mandó la mente, porque tuve hijos cuando era muy joven y tenía que trabajar. Había niños que atender y una casa que llevar adelante. Por lo tanto, en cada trabajo que me proponía era directamente 'que pase el que sigue', sin análisis intelectual de su tratamiento ni de qué compañeros tenía. No me importaba nada, lo único que quería era que viniera un próximo proyecto para que la continuidad no se interrumpiera. Y soy perfectamente consciente de haber hecho cosas que, en cuanto a la calidad, eran espantosas. Hasta que pude, no sé si porque era un poco más conocida, ir eligiendo los trabajos y las personas con las que los realizaba.
A.M.P: ¡Esta profesión me salvó la vida! Me la hizo más bella, me enseñó a mirar al otro, y eso es importantísimo para un ser humano. Yo trabajo con eso, si no observo al otro, ¿de dónde voy a sacar la inspiración para hacer un personaje? Sí tengo muchos métodos, ya que conozco y estudié muchas formas de encarar un rol. Cuando uno empieza a buscar el papel que tiene que hacer y lo encuentra es un placer grande. Para mí, mente y corazón son inseparables.
Después de tantos proyectos transitados, ¿cuáles son sus búsquedas artísticas hoy?
L.B: Eso lo tengo claro, pero no lo vivo como asignaturas pendientes. Quiero transmitir a las generaciones más jóvenes lo que sé, dando cursos, como lo vengo haciendo desde hace años, y también quiero escribir. Esto último lo hago todos los domingos en Instagram, un medio en el cual la mayoría de la gente con la que hablaba opinaba que no era el lugar apropiado, ya que estaba más destinado a las fotos. Decidí desafiar ese mandato, ¡y no me está yendo mal! Pienso seguir hasta que encuentre otra manera de expresión, por ejemplo, un blog o un documental.
A.M.P: Estoy en un momento bastante lanzado a lo que estoy haciendo, no me estoy poniendo ninguna meta. Tengo un proyecto de cine que me gusta mucho y voy a hacer, pero después estoy quietecita. Ahora lo que me preocupa es tener ánimo, salud y fuerza para seguir con la obra y cumplir con la gira, para sentirme bien y disfrutar de la vida, del sol y de todas estas cosas maravillosas que se aparecen cada día y que, a veces, uno está de mal humor y no las ve.
Un clásico cinematográfico
En 1974, Picchio protagonizó junto a Héctor Alterio y Luis Brandoni la película La tregua, dirigida por Sergio Renán y basada en la novela de Mario Benedetti. Se trata de un multipremiado drama romántico que sigue a Martín Santomé, un viudo con tres hijos, con una vida rutinaria de oficina y tensiones familiares. Hasta que un día, cuando está a punto de jubilarse, irrumpe en su vida la joven Laura Avellaneda y él descubre que aún está vivo. Superados los prejuicios de la gran diferencia de edad que hay entre ellos, se atreven a tener una relación amorosa.
“Hace poco fuimos a Montevideo a festejar el cumpleaños de Benedetti, que tuvo lugar en todos los sitios donde él había vivido. Entonces, poníamos la película en cada barrio y, como ya estábamos medio cansados de verla, pensábamos presentarla e irnos. Pero nos sentamos en una función y no pudimos movernos ni parar de llorar. Al terminar, la gente se levantaba y nosotros seguíamos mirando la pantalla, hasta que se acercó una pareja mayor de uruguayos y nos dijo que la película estaba cada vez mejor. La tregua está viva, su historia vive, te creés todo eso que está sucediendo”, recordó la actriz.
Un clásico televisivo
En 1980, Benedetto protagonizó junto a Juan Carlos Dual y Pablo Alarcón Rosa de lejos, la primera telenovela argentina grabada y emitida completamente a color, que alcanzó un promedio de 60 puntos de rating. Se trataba de la historia de una muchacha ingenua del interior que era maltratada por la ciudad. Hasta que consiguió superarse y convertirse en una prestigiosa diseñadora.
“Mientras la hacía, y aun cuando pasó el tiempo, no fui consciente para nada del enorme significado que tuvo Rosa para la gente, sobre todo para las mujeres. Ahora, me doy cuenta y me pone muy feliz, porque lo que hizo fue 'abrir la cabeza' a las mujeres, en relación a ganar dinero y a valerse por sus propios medios, a no estar dependiendo de un hombre, incluso fue madre soltera”, planteó la actriz.