Florencia Etcheves: “Cuando en una novela hay personajes que existieron, los elásticos de la ficción no pueden ser tan estirados”
La escritora dialoga sobre su exitosa novela “La cocinera de Frida”, de Editorial Planeta. La investigación que sentó las bases para la historia y los desafíos de su escritura. Las adaptaciones cinematográficas de sus libros y sus triunfos en los Premios Martín Fierro.
Motorizada por la curiosidad, la observación y la imaginación, Florencia Etcheves crea con su pluma singulares personajes, cuyas historias viajan por el mundo. Pero… ¿qué pasaría si ella fuese la protagonista de su propia novela? ¿en qué fase estaría? La escritora pone su cabeza en “modo trama”, reflexiona, y concluye que, actualmente, está transitando la mitad del segundo acto. Es el momento en el que la protagonista se da cuenta de que el camino se agranda, sola no puede, y ya no hay vuelta atrás. Sin embargo, está rodeada por un montón de aliados que la ayudan en la toma de decisiones rumbo al destino deseado.
En esta oportunidad, Etcheves continúa la presentación de su reciente -y exitosa- novela La cocinera de Frida (Editorial Planeta). En su voz se percibe el mismo compromiso y entusiasmo que podría asociarse al lanzamiento de una primera obra y, aunque este no es su debut literario, en cierta manera, cada relato representa un nuevo comienzo. En este caso, la historia recorre una valiosa amistad, la fuerza de la sangre y el poder del arte.
-Si bien La cocinera de Frida es una ficción, incluye un personaje verídico, y además icónico, como Frida Kahlo, ¿esto ampliaba o limitaba tu vuelo creativo?
-En un principio me lo limitó. Estoy acostumbrada a escribir ficción en donde todos los personajes son inventados, y con eso puedo hacer y deshacer como quiero, todo en función a la trama y a la estructura que tengo en la cabeza. Pero, cuando en una novela hay personajes que existieron, como acá son Frida Kahlo y Diego Rivera, es como que los elásticos de la ficción no pueden ser tan estirados, ya que, por lo menos para mí, no tiene razón de ser, sobre todo teniendo en la mesa de trabajo a dos personas con vidas tan ricas como las suyas. Nada de lo que yo pudiera inventar superaba las peripecias que ellos vivieron, ni todo lo que significan para la cultura mexicana. Entonces, en ese momento, supe que en la trama del pasado -ubicada en México, desde el año 1939 hasta 1954- tenía que infiltrar a alguien de ficción, para que los elásticos fueran estirados, y ese personaje es Nayeli Cruz, la cocinera de Frida.
-¿Qué consideraste para que, dentro del relato, la figura de Frida no “opacara” a Nayeli?
-¡Ese fue todo un tema! Cuando encaras un proyecto de escritura pensas que, con tener la trama, el desarrollo de personaje y los arcos, ya está casi todo resuelto, y después es sentarse a escribir. Pero la verdad es que la escritura te va poniendo escollos y te va haciendo tomar decisiones, donde cada una es como una 'bala de plata', es decir, un tiro, no hay posibilidad de otro, porque te vas a dar cuenta si la decisión fue bien -o mal- tomada cuando el libro ya está en la librería, y no hay ninguna chance de cambio. Yo me encontré con que la novela se llamaba La cocinera de Frida, no quería que el titulo tuviese a Kahlo como protagonista, ya que no era una biografía, ni un libro histórico, ni periodístico, sino que hablaba del personaje de ficción. Y me pasaba que al comentar con colegas y amigas que estaba trabajando en este proyecto, todas estaban fascinadas con Frida y me preguntaban cosas suyas. Ahí me di cuenta de que estaba en un problemón, porque ella no era la protagonista de mi novela, era la circunstancia.
-A partir de esta situación, ¿qué determinaste?
-La decisión tuvo que ver con hacer el encuentro entre Nayeli y Frida muy avanzada la trama de la novela, de hecho, sucede en las páginas 129-130, que es un montón. Por lo tanto, tenía más de 100 páginas para plantar a la cocinera con su historia, hacer un desarrollo de aventuras, un arco dramático, y que el final del primer acto del personaje fuera el momento en el que se encontrara con Frida, sin vuelta atrás. Resolví eso para que Nayeli fuera alguien y para que cuando se diera el encuentro en la puerta de Casa Azul -Ciudad de México-, quienes estuvieran leyendo tuvieran interés en esa cocinera, y que Kahlo fuera una de las circunstancias que se le presentaran a Cruz, la más importante, sí, pero una de las tantas, porque también hay otras que después la modifican. Las repercusiones que veo en las redes sociales hablan de Nayeli, y eso me pone contenta porque quiere decir que la decisión estuvo bien tomada.
-¿Cuánto influye tu oficio de periodista para la construcción de tus historias?
-En todas las novelas que escribo hay mucha investigación periodística, porque hay universos que no conozco. Durante 25 años me dediqué al periodismo y, dentro de ellos, la mayoría trabajé en investigación, con lo cual es algo que se me da con bastante facilidad y mucho gusto. La cocinera de Frida implicó una exploración histórica, para la que me instalé en México en 2019. Tenía todo servido para acopiar la mayor cantidad de material posible, hacerle una curaduría y seleccionar qué partes de esa vida servían para mi personaje principal. Tenía que saber no solo de Diego y de Frida, sino de los coletazos de la Revolución Mexicana, que fue tan importante en sus vidas. Una de las tantas tareas del Ministerio de Cultura en ese período fue que las personas burguesas que habían tenido la posibilidad de la educación se convirtieran en una suerte de maestros, que viajaran por todo el país y alfabetizaran a una enorme cantidad de personas, y Frida hizo eso. Entonces, ella es la revolución de Nayeli, cuando le enseña a leer y a escribir.
-Tus primeros libros fueron documentales y en equipo. Luego, seguiste con novelas y en solitario, ¿cómo transitaste el pasaje?
-La sensación fue parecida a cuando me fui de Canal 13 y de TN y me dediqué a escribir ficción. El trabajo en televisión es absolutamente grupal, por lo que pasé de trabajar con 300 personas en una redacción, a escribir sola, con mis gatos, en mi casa. Eso fue un golpazo y es lo que más me costó. Lo mismo me pasó con mis dos primeros libros periodísticos (No somos ángeles; Mía o de la Tumba Fría), que los escribí con mis amigazos Liliana Caruso y Mauro Szeta, que también estaban acostumbrados a trabajar en conjunto. Los que hacemos periodismo en grupo sabemos cuál es el fuerte de cada persona, por lo que cada una hace lo que mejor le sale, en función de que el producto sea superador. Pero, al escribir ficción, la tarea es sumamente solitaria. Sí se trabaja con editores y editoras que te van haciendo de lector aliado, y es importante que te digan 'esto no lo entendí', o que te pregunten '¿por qué está haciendo esto?'. Entonces, ahí pensas, '¡Acá me falta explicar!'. Es una labor que se torna de grupo cuando el libro ya está terminado y empieza el diseño de tapa, la tipografía, la parte de marketing, la prensa, es decir, se suma toda la gente de la editorial que trabaja en función de eso.
De las páginas de un libro a los planos de una película
Las novelas de Florencia tituladas Cornelia y La virgen en tus ojos fueron adaptadas al lenguaje audiovisual, dando origen a los filmes Perdida y La corazonada. Asimismo, ella participó en el equipo que realizó los guiones cinematográficos, e incluso se sumó a la escritura de Pipa, que surgió directamente para la pantalla de Netflix y representó el cierre de la saga protagonizada por Luisana Lopilato.
Sobre la experiencia de trasposición, Etcheves recordó entre risas: “Cuando empecé a trabajar en la adaptación de mis novelas, las volví a leer, y eso es lo peor que le puede pasar a quien escribe, porque además había transcurrido mucho tiempo. Mientras leía, decía '¡esto es un horror!', o '¡acá tendría que haber hecho esto!'. Claro, habían pasado diez años, por lo que ya tenía muchas más herramientas de escritura, en comparación con el principio. Me saltaron las alarmas y me agarró como una furia, ¡tenía ganas de ir por las librerías a reescribir la novela!”
Y, a continuación, describió: “Trabajé con la showrunner del proyecto, Milagros Roque Pitt, y con el director de las pelis, Alejandro Montiel. Estuvo buenísimo porque lo hice como si fuera la adaptación de la novela de otra persona, donde hay cosas que para el soporte de papel están muy bien, pero no sirven para el audiovisual, hay arcos que tienen que ser más explotados, otros menos, e incluso algunos personajes tienen que desaparecer. En esa 'negociación', que fue un placer, fuimos haciendo las películas. En ese momento era la historia de todos, donde todo estaba pensado en función del producto, lo mejor que tenía cada uno lo puso ahí”.
La ganadora del emblemático galardón de la televisión
Florencia no solo recibió en tres ocasiones el Premio Martín Fierro en la terna “Mejor Labor Periodística” sino que, además, fueron consecutivas, en 2010, 2011 y 2012. Acerca de los reconocimientos, valoró: “¡Me encantó, la pasé genial! Aparte estuve nominada muchísimas veces, y nunca me lo ganaba, hasta que en un momento empezaron a caer los Martín Fierro. Fui muy feliz levantando el premio y diciendo '¡gracias APTRA!'”.
Luego, respecto a su visión sobre los premios, manifestó: “Siempre tuve en la cabeza que cuando lo perdía era porque evidentemente el trabajo de la otra colega que lo ganaba había sido mejor que el mío, o había gustado más, o era más premiable, muy bien, se la aplaudía y se la felicitaba. Cuando gané yo, consideré 'este año mi trabajo fue más premiable que el de mis colegas'. ¿El suyo fue malo? No, en absoluto, simplemente que el jurado vio otra cosa en el mío. Es así, cuando crees en el premio lo haces cuando ganas y cuando perdes. Y yo fui muy convencida, por lo que estoy muy contenta con los tres Martín Fierro. Además, es algo muy hermoso para familiares y amigos”.