El Reloj, el origen matancero del rock pesado en Argentina
La banda se formó a principios de la década del 70’ en Ramos Mejía y sirvió de inspiración para músicos que hoy son próceres del heavy metal nacional.
Miércoles 10 de julio de 2024. Show de Divididos en El Teatro de Flores. Ricardo Mollo comienza a acariciar el diapasón de su Fender y canta con su inconfundible voz:
“La tarde triste y yo
Unidos somos dos
Queremos esquivar la solead
Una mujer se fue, creyendo que yo
Jamás podría encontrar alguien con quien andar”.
De repente, el frontman de “la aplanadora del rock” detiene “El blues del atardecer” y esgrime: “1972, El Reloj, un gran grupo de rock argentino. Cuando vean un aviso de un show de El Reloj, vayan a verlo”.
Así, el hombre de El Palomar que en los 90’ popularizó la frase “En el oeste, está el agite”, le aconsejó a su público ir a ver a El Reloj, la banda pionera del rock pesado argentino.
Rosario siempre estuvo cerca…
La profesora particular de piano le ponía las partituras enfrente, pero Eduardito, de ocho años, no quería saber nada con leerlas, entonces miraba y copiaba las melodías de la maestra de origen ruso. Hasta que un día, la estricta docente se dio cuenta de la treta y llamó a su madre.
Esa fue la primera y corta experiencia de Eduardo Frezza, nacido el 6 de diciembre de 1951 en Rosario, con la música. Unos años más tarde, cuando ingresó a la secundaria, con tres compañeros armaron un conjunto y, tras convencer a su padre, se compró una guitarra.
El problema era que la bandita tenía un baterista, tres guitarristas y un amplificador con dos salidas. Y luego de varios pedidos, otra vez perdió don Frezza, quien tuvo que comprarle a su hijo un bajo.
El grupo juvenil no duró mucho pero, con el bajo al hombro, el pibe fanático de Deep Purple y Led Zeppelin se sumó a Los Átomos. Después de una presentación en la Sociedad Rural, un integrante de Lágrimas, otra banda del festival, lo invitó a tocar. Y de ahí no paró hasta llegar a Buenos Aires.
Un productor “trucho” les prometió grabar un disco y shows en la Gran Ciudad, pero era todo “chamuyo”. Se las rebuscaron para quedarse y grabar su primer disco. Al tiempo entró Osvaldo Frascino a la banda, hasta que lo llamó “Pappo” para formar Engranaje y se quedaron sin guitarrista. Pero el mismo “Bocón” les recomendó a un violero que, a la larga, sería el mejor amigo de Frezza.
Un loco lindo que tocaba como nadie…
Fernando Gardi nació el 5 de octubre de 1951, en Ramos Mejía, y era vecino de Frascino en el barrio Villa Don Bosco. A los ocho años tocaba folclore e iba al conservatorio a estudiar piano, violín y guitarra.
En la adolescencia, con pelo largo y escuchando todo el día a The Beatles, Emerson, Lake & Palmer, Zeppelin y The Who, entre otros, armó el grupo The Kids Lawyers junto a “Bocón”, quien tiempo después lo juntó con Frezza para tocar en Lágrimas.
Sin embargo, poco duró la aventura. El sorteo del Servicio Militar Obligatorio les tocó a todos los integrantes de la banda, menos a Frezza (sacó número bajo) y a Gardi, quien estaba casado y también zafó. “Y ahora, ¿qué hacemos?”, fue la pregunta de ambos. Rápidamente, “Willy” Gardi tuvo una idea, se subieron a su moto y allá fueron…
La hora de la verdad
Formación 2000 editó con el sello Odeón, en 1969, su primer disco: “El mundo del réves”. Con algunos covers de Creedence y los Beatles, más temas propios, la agrupación de Ramos Mejía trataba de meterse en el medio.
Pero un día, en un ensayo aparecieron Frezza y Gardi para conversar con Luis Valenti, tecladista de la banda y vecino de “Willy”. Fanático de Yes, Zappa y Zeppelin, el matancero nacido el 3 de mayo de 1951 tocaba cosas increíbles con su órgano Farfisa y el rosarino quedó impresionado. Le pasó lo mismo cuando descubrió la batería de Juan Espósito (26 de enero de 1951).
“Yo tendría 13, 14 años, cuando fuimos con unos pibes a La Rural. Estoy al lado del escenario y empiezan a tocar unos enfermos con una batería doble bombo y digo: ‘¿Esto qué es?, yo quiero esto”.
Gustavo Rowek, baterista de V8
“Locomotora” fue pionero en el país al tocar con doble bombo y mucho tuvieron que ver las tarantelas que escuchaban sus padres, "tanos", en su casa. Los tresillos de la música ibérica sirvieron para trasladarlos a los cajones de verdura del padre, primero, a las latas que encontraba en los baldíos, después, y, finalmente, a la batería, inventando los soportes y pedales para el bombo adicional, algo que le daría un sonido único.
Cuando Frezza vio “ese tanque de guerra” sobre una tarima, quiso conocer más sobre la base que acompañaría con su bajo. “Tenía muchos arreglos Juan y yo trataba de concentrarme en los dos bombos, porque él era una máquina… Y cuando había una soltura en algún estribillo, ahí le mandaba el bajo fuerte”, recuerda entre risas.
Así, tras una charla y algunas improvisaciones, con Horacio “Tucata” Suárez –amigo del barrio de Valenti, Espósito y Gardi- en la segunda guitarra, se formó El Reloj.
Rock en la Plaza del Cañón y más allá…
Corría 1970 y los ensayos eran en el patio de la casa de Valenti, a una cuadra de Mosconi y Villegas. Mientras, en el tapial que daba a la calle, cada vez más gente se colgaba del muro para escuchar algo novedoso, explosivo, pesado.
Ricardo Iorio, bautizado décadas más tarde como el “padre del heavy metal argentino”, y Claudio “Tano” Marciello eran algunos de los pibes que trepaban la pared para escuchar la aguda voz y los golpes al bajo de Frezza, el doble bombo que taladraba los bochos de “Locomotora”, los riffs de guitarras exquisitos que proponían Gardi y “Tucata” y las melodías machacantes del Hammond de Luis.
“Iorio venía con el camioncito y nos ayudaba a cargar los equipos o venía a pasar un rato con nosotros en la plaza, donde íbamos después de los ensayos a comer un ´sanguche´ o a charlar… Venía todo el barrio. Un 25 de diciembre tocamos en la plaza del Cañón. Fue un recital grandísimo, llegaron de todos lados y hasta hubo fuegos artificiales cuando terminamos”, le cuenta Eduardo a El1.
Suárez fue el primer integrante de la banda que se alejó, porque no quería repetir una y otra vez el mismo tema, por lo que su lugar fue ocupado por Gregorio “Goyo” Felipes. Los demás miembros de la banda también estaban cansados de grabar los ensayos y de convocar al público sin un lugar establecido, por eso es que decidieron organizar su primer recital.
Juntaron dinero entre los integrantes del conjunto y colaboradores y alquilaron el Cine-Teatro Monumental, ubicado en Provincias Unidas al 900 en Lomas del Mirador, con capacidad para 1.100 personas. Una vez confirmada la fecha, repartieron y pegaron afiches por las calles de Ramos, Lomas del Mirador, Luzuriaga, San Justo, Tapiales y La Tablada con la sola premisa de cubrir los gastos.
“No sabíamos cómo ponerle al grupo, pensábamos en Engendro y algunos más, pero un día vino un tipo a escucharnos y dijo: ‘Suenan como un relojito’. Nos gustó y allá fuimos”.
Eduardo Frezza
El 25 de agosto de 1971 más de 2.000 rockeros asistieron al evento. Tuvieron que cerrar las puertas del recinto porque no entraba más gente. Los encuentros se repetían, El Reloj llenaba en cada cita y comenzaba a trascender las fronteras de la General Paz, y si bien le costó, con mucho esfuerzo llegó a Capital.
El viernes 30 de marzo de 1973 anunciaron una importante presentación en el Teatro Olimpia. Sin embargo, un par de días antes, “Goyo” Felipes falleció en un accidente de tránsito. Sus padres, en medio del dolor, le pidieron a la banda que tocara igual. Fue un concierto difícil, entre lágrimas, pero el cuarteto dio un show inolvidable.
Al tiempo se incorporó Osvaldo Blanco e hicieron recitales en los teatros Astral, donde “Willy” Gardi tocó con la guitarra de “Goyo”, Coliseo y Regio. Pero Blanco se alejó del grupo y, una vez más, tenían que buscar un guitarrista.
Litte Graziano, amigo de la banda, llevaba los equipos en su camioneta, al igual que lo hacía con “Perro salado”, donde Osvaldo Zabala (3 de noviembre de 1951 en San Justo), fan de El Reloj, era el violero. Cuando Graziano lo reunió con Frezza, Gardi y compañía, se constituyó la formación que quedaría en la historia.
Tiempo de eternizar la obra
Tras presentaciones en el Club Almirante Brown o en el Comercial N°2 de Haedo junto a Vivencia, entre otras, el público les empezó a pedir que grabaran. Y, en 1973, entraron a los estudios de RCA Víctor para editar los simples “El mandato" y "Vuelve el día a reinar”. En poco tiempo vendieron 30.000 copias.
Al año siguiente grabaron “Alguien más en quien confiar" y "Blues del atardecer” y las casi cien mil ventas rompieron todo. En 1975 salió el primer Long Play, “El Reloj”, con un temón como apertura: “El Viejo Serafín”. La tapa fue dibujada por “Locomotora” Espósito.
La salida del material causó sensación por la novedad, pero los adeptos de la banda se sintieron defraudados por lo que ese LP transmitía, ya que en el vinilo se había perdido todo lo avasallante que eran en vivo. El grupo tampoco estaba conforme con lo producido por falta de equipos e instrumentos de calidad.
Así es como decidieron evolucionar, en todo sentido. El segundo disco “El Reloj cronología II”, de 1976, fue una muestra de ello, con arreglos inigualables como en la introducción de “La ciudad desconocida” con Gardi tocando el violín. Además, por ese entonces sumaron a otro guitarrista. Tras un paso fugaz de Omar Díaz, fue Carlos Mira quien quedó como el sexto integrante, y el crecimiento de la banda fue superlativo. Ya era momento de pensar en grande.
Luego de una gira por todo el país y antes de viajar a Brasil, el 22 de octubre tocaron en el estadio Luna Park. Fue con una producción independiente ante 8.000 personas. Pocos días después llegó otro recital en el icónico recinto porteño con músicos invitados, y El Reloj estaba en el summum. Sin embargo, el contexto social (dictadura militar) y un desgaste natural de un grupo que convivía todos los días, todo el día, detuvieron las agujas…
Una nueva hora comienza…
A principios de 1977, en pleno apogeo, El Reloj se separó. Cada músico se concentró en proyectos solistas. Frezza creó Cronología; Gardi fundó Expreso Zambomba; Valenti y Espósito fueron parte de Pappo’s Blues y también compartieron el álbum “Todos somos la gente”, trabajo que editó el tecladista y del que también participó Zabala. Pero en los 80, las cuerdas trataron de volver a funcionar.
En 1983, Gardi anunció el regreso de la banda icónica de la década anterior, aunque sin sus compañeros de siempre. Osvaldo “Petty” Guelache (voz), Daniel Telis (guitarra), Daniel Carli (bajo), Cristian Hubert (teclados) y Norberto Di Bella (batería) eran los nuevos “relojeros”. A pedido de un productor, entraron rápidamente a grabar “La esencia es la misma”. Empero, el sonido nada tenía con aquel rock pesado de los años de gloria y el grupo se disolvió…
Seis años más tarde fueron Valenti y Espósito los que quisieron poner a la máquina nuevamente en marcha. Lo hicieron con matanceros entre sus filas: Alberto Ceriotti (bajo), Gustavo Mirande (voz) y Claudio Marciello y Pablo “Niko” Takara (guitarras). Se presentaron en distintos recintos, como en el Teatro Fénix de Flores o Halley Discoteque, y hasta grabaron el tema “Como un animal”, que se editó en Metal Volúmen 1. Pero la combinación entre la crisis económica (hiperinflación) -que les impidió producir un CD- y la vieja guardia que no le dio la trascendencia de antes, truncaron el proyecto.
Pero en el primer lustro de los 90´s, con bandas icónicas del metal en plena ebullición como Hermética, Rata Blanca, Logos, Alakrán, Tren Loco, A.N.I.M.A.L., Lethal y Horcas, y otras legendarias que regresaron con su formación original, más precisamente Riff, un encuentro entre Gardi y Valenti encendieron a El Reloj. Comenzaron con zapadas recordando viejos temas. Siguieron con ensayos a los que se sumaron los demás integrantes fundacionales (Frezza, Sabala y Espósito) y concluyeron el regreso con un CD: “Santos y verdugos”.
Ahora sí que la esencia era la misma, porque el poder de los instrumentos, gracias a la maestría de sus intérpretes, seguían inalterables dos décadas después, aunque el sonido era más “metálico”, adaptándose a los tiempos… Si bien la vuelta de la banda no causó el efecto esperado, la idea era grabar un CD con temas nuevos. Pero la tragedia otra vez pegó un duro golpe. Durísimo. El 11 de agosto de 1995, “Willy” sufrió un accidente automovilístico y falleció a los 43 años dejando un vacío enorme. Sus compañeros intentaron continuar, pero no tenían fuerzas, ni ganas, ni motivos para subirse a un escenario y tocar sin él.
Un Reloj analógico y potente
En 1999, Zabala, Valenti y Espósito se reunieron y, en honor a “Willy”, retornaron al ruedo. Convocaron a Jorge “Vikingo” Martínez (voz) y Jorge Gómez (bajo) y armaron el nuevo El Reloj, más moderno, con un sonido más cercano al heavy. “Era un gran desafío para nosotros. Si bien tratamos de mantener la esencia, cambió el estilo. Fue una mutación de la banda, una experiencia diferente, aunque fue muy bueno también”, le manifestó Zabala a este medio.
“Hombre de hoy” se grabó bajo el sello BMG, compañía que había reeditado unos años antes Cronología 1 y 2, y fue presentado con numerosos shows, porque no contaban con la difusión que se merecían, ni el reconocimiento a la rica historia. En 2002, en plena crisis económica y ahora con Gustavo Cipriano (voz) y Rodolfo “Polaco” Riedel (bajo), salió “Mercado de almas” y, al año siguiente, “En concierto”, grabado en mayo de 2003 en el Teatro ND Ateneo. Pero cuando El Reloj marcaba nuevamente el ritmo del rock pesado en el país, otra infausta noticia sacudió a la banda. El 26 de agosto de 2004, como consecuencia de un paro cardíaco, murió Valenti a los 53 años.
Cinco años más tarde, con la reedición del primer álbum más la inclusión de los primeros singles por parte de Sony, la banda se formó con Zabala, Espósito, Oscar Pérez Lozano (bajo), Pablo Marciello (teclados) y “Vikingo” Martínez (voz), aunque un par de años después fue reemplazado Cipriano. El 30 de mayo de 2016, como consecuencia de un cáncer de próstata, falleció “Locomotora” Esposito, quien por ese entonces tocaba en Lovorne, la banda de Luciano Napolitano, el hijo de “Pappo”.
Al año siguiente, Zabala y Frezza se reunieron. Se les sumaron Richard Arena (teclados) y Junnior Sic Faraón (batería). Así volvieron a tocar los temas del primitivo Reloj, que marcó el ritmo del rock pesado en el país e inspiró a músicos y bandas. Fue a modo de homenaje a sus compañeros de aventuras de décadas y miles de historias.
Hoy, Zabala y Frezza, junto a Maximiliano Zabala (batería), José Sanmartino (teclados) y Alexis Fillerín (guitarra), continúan rockeando en escenarios de distintas localidades y provincias, y están a punto de sacar un disco, en una clara muestra de que, El Reloj, tiene cuerda para rato…
Producción y texto: Diego Daorden
Imágenes: Prensa El Reloj, Film “Alguien más en quién confiar”
Video
Producción: Diego Daorden, Alejandro Correa y Virginia Libonati
Cámaras: Irena Moya y Lucas Deleris
Sonido: Darío Lazo
Edición: Belén Morales e Irena Moya
Locución: Cristian Loiácono