Descubren fósil de un renacuajo de 165 millones de años

El hallazgo, realizado en la provincia de Santa Cruz, fue llevado a cabo por un grupo de paleontología de Argentina y China. El trabajo se publicó en la prestigiosa revista Nature y revela importantes pruebas para analizar el árbol evolutivo de estas especies.

Hay un grupo de vertebrados, llamados anuros, que incluyen a sapos, escuerzos y ranas y que tienen un ciclo de vida en fases muy diferentes: larva acuática, o renacuajo, y una adulta generalmente terrestre, en un proceso conocido como metamorfosis. Pero ¿qué pasa cuando se quiere estudiar estos procesos en especies de hace millones de años? Hace falta hallar el fósil de un renacuajo.

Un equipo de investigación del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), la Fundación Azara y la Academia de Ciencias de China realizó un hallazgo paleontológico sumamente relevante para comprender, justamente, la evolución del ciclo de vida de las ranas y sapos. El fósil en cuestión corresponde a un renacuajo de 165 millones de años de antigüedad (del Período Jurásico) y fue descubierto en la Estancia La Matilde, ubicada en el sector noreste de la provincia de Santa Cruz, a unos cien kilómetros de Puerto Deseado.

“La especie en cuestión pertenece a un antecesor de los anuros, Notobatrachus degiustoi. Es un descubrimiento muy importante, porque la escasez de renacuajos en el registro fósil hizo que los orígenes y evolución temprana de la fase larval fueran enigmáticos”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM el doctor Federico Agnolín, coautor del trabajo e investigador independiente de CONICET en el MACN. El espécimen hallado está tan bien conservado que pueden observarse el contorno del cuerpo, los ojos, nervios, e incluso el aparato hiobranquial.

El fósil en cuestión corresponde a un renacuajo de 165 millones de años de antigüedad y fue descubierto en la Estancia La Matilde, ubicada en el sector noreste de la provincia de Santa Cruz. Fuente imagen: gentileza equipo de investigación.

Identikit de un ser prehistórico

Según el equipo de profesionales, el renacuajo medía en vida unos 16 centímetros en total, muy por encima del tamaño de la mayor parte de los renacuajos vivientes, y tenía casi la misma longitud que los adultos de la especie. Esto permite a los investigadores afirmar que ambos estadios del desarrollo alcanzaron grandes tamaños. El gigantismo en renacuajos, parece, también estaba presente en los antepasados de los anuros.

“Este ejemplar tiene una doble relevancia: por un lado, corresponde al registro más antiguo de un renacuajo fósil a nivel mundial, y por otro lado se destaca por su preservación excepcional, ya que los renacuajos son animales de cuerpo blando, pobremente osificado, lo que hace que su fosilización sea muy dificultosa”, detalla en un comunicado de prensa la doctora Mariana Chuliver, investigadora de la CCNAA-Fundación Azara y primera autora del trabajo.

Buscando un lugar en el árbol evolutivo

Uno de los aportes claves de este trabajo son los datos en torno a la línea evolutiva de estas especies. Un análisis de las relaciones de parentesco de las larvas de anfibios actuales y fósiles permitió ubicar al renacuajo de Notobatrachus muy cerca del grupo que incluye a todos los anuros actuales. Los análisis pudieron realizarse gracias al uso de una supercomputadora del Centro de Computación de Alto Desempeño de la Universidad Nacional de Córdoba.

“Las relaciones de parentesco encontradas para el renacuajo de Notobatrachus eran las esperadas si consideramos la anatomía de los adultos, pero lo que resultó en una gran sorpresa fue la gran similitud que tiene el nuevo ejemplar con algunos de los renacuajos que viven en la actualidad. La forma corporal larval de los anuros sufrió relativamente pocos cambios durante los últimos 160 millones de años”, propone Martín Ezcurra, uno de los autores de la publicación e investigador de MACN-CONICET.

La ilustración de la imagen principal es obra del ilustrador Gabriel Lío.

Leé la nota completa en www.ctys.com.ar