Clubes de barrio, una buena excusa para construir lazos socioculturales

Crece la participación de chicos en actividades comunitarias más allá del ámbito deportivo. La experiencia de clubes de Ciudad Evita, La Tablada y González Catán, en el partido de La Matanza.

Alexis Troiano*

A través de actividades como talleres de música, huertas comunitarias y formación en oficios, los clubes de barrio son puntos de encuentro para niñas, niños y adolescentes donde no solo se promueve la práctica deportiva o el fútbol infantil, sino que se construyen lazos de identidad, pertenencia y solidaridad que benefician a toda la comunidad.  

Hugo es coordinador del club El Semillero, en la localidad de Ciudad Evita, que en menos de un año de vida logró que más de cien chicas y chicos participen en disciplinas artísticas. “Tenemos una orquesta infanto-juvenil que ya está funcionando y nuestro objetivo es seguir ampliando la oferta cultural y recreativa una vez que podamos habitar completamente nuestro predio”, explica el referente. También están construyendo un vivero comunitario y un cine al aire libre, además de realizar una feria quincenal que permite a los vecinos vender productos locales. 

Para Hugo, estos espacios se convierten en herramientas fundamentales para trabajar valores y fortalecer la identidad de los chicos: “Intentamos abordar no solo lo deportivo, sino también sus trayectorias educativas, culturales y sanitarias. El club es un lugar de lucha donde se construyen lazos de pertenencia que van más allá del fútbol”.

Cultura y comunidad en los clubes de barrio 

En el Club Ayacucho, de La Tablada, el fútbol infantil abre sus puertas a través de la murga. "Hoy, contamos con 50 chicos que vienen a la murga. No solo es entretenimiento, sino también un aprendizaje profundo sobre nuestras tradiciones. Los chicos aprenden sobre su historia, su cultura y, a su vez, se divierten y conectan con otros vecinos”, explica Lautaro, coordinador del club.

Además de la murga, Ayacucho pudo transformar un espacio descuidado en un punto de encuentro vecinal. “Había un basural y hoy tenemos una huerta comunitaria donde los vecinos participan para aprender sobre el reciclaje de residuos orgánicos y sobre cómo cultivar lo que comemos", señala Lautaro.

En el Club La Tosquera, de González Catán, el foco está en acompañar a los chicos en su desarrollo académico, pero también en ofrecerles herramientas para que puedan forjar un futuro más prometedor. Sandra, referente del espacio, explica cómo el trabajo diario en este espacio va más allá del fútbol.

“En 2021 empezamos con 15 chicos y actualmente participan cien en distintas actividades. Ayudamos a que terminen sus estudios y aprendan un oficio que les sirva a nivel económico. Ahora, por ejemplo, estamos abriendo un taller de panadería para que los chicos puedan capacitarse y tener una formación a futuro”, cuenta. 

Hugo, Lautaro y Sandra son solo algunos de los referentes que, desde sus clubes, están transformando la vida en sus barrios a través del deporte, la cultura y la educación. En sus espacios, el fútbol infantil no es solo un juego, sino una excusa para convocar a los chicos a participar de iniciativas que buscan su crecimiento integral.