“Un recuerdo navideño” de Truman Capote: a preparar tartas de frutas

El autor estadounidense escribió varios cuentos sobre esta fecha religiosa tan especial para millones de personas. En este caso, en clave autobiográfica, contó la historia de un niño y una prima mayor que cocinan tartas que serán regaladas a todo el mundo. Era una manera de pedir afecto a los mayores que los rodeaban en una casona del sur de Estados Unidos.

Por Daniel Artola

Truman Streckfus Capote nació en Nueva Orleans en 1924, en el sur de Estados Unidos. Sus padres, Mae Faulk y Archulus Persons, se separaron cuando era pequeño y, entonces, fue enviado a la casa de unos parientes en Alabama. Estos detalles biográficos son importantes para entender el tono del cuento del que vamos a hablar con el fanatismo que produce cada vez que se lo lee. Sí, el texto no se agota en una sola lectura. “Un recuerdo navideño” está escrito con muchos recuerdos del propio Capote.

La historia habla de un niño de siete años rodeado de adultos que no lo tienen mucho en cuenta y allí está una prima mayor, muy mayor, que, pese a los años, es una niña eterna. De buen corazón. Ambos, cada vez que se acerca la Navidad, se entusiasman porque llega el tiempo de tomar el carrito y salir al bosque a buscar frutos para hacer las tartas, acompañado de la pequeña perra Queenie.

Es la prima mayor que proclama a principios de noviembre, ante su primo Buddy, que llegó la temporada de las tartas. En ese caso deben hacer 30 que serán enviadas hasta el mismísimo presidente Roosevelt; son los tiempos de la Gran Depresión. A la par vendrá el momento de romper la alcancía y contar cada moneda que juntaron durante todo el año para ir a la tienda y comprar ingredientes bajo la mirada seria del dueño. Es un cuento de sabores y olores de cocina que funcionaba a carbón, de pisos de madera.  

Los amigos siguen empeñados en su tarea mientras el resto de la casa apenas los considera. Es un juego de niños. Pero es algo más. Ellos quieren una mirada que los acompañe y un gesto de ternura. Los rituales de las tartas se repetirán, pero el tiempo pasará sin miramientos y Buddy, el pequeño Buddy, crecerá de manera irremediable y deberá tomar otro rumbo.

Capote vivió en esa casa de los parientes un tiempo hasta que su madre formó una nueva familia con José “Joe” García Capote, un coronel de Canarias con negocios en Cuba. Truman tuvo una cierta estabilidad emocional que lo llevó a anunciarle a su padre, Archulus Persons, siempre ausente, que adoptaría el apellido Capote.

En aquel tiempo junto a la familia de Alabama conoció a una niña llama Nelle Harper Lee, quien se convertiría en su gran amiga y compañera de hazañas literarias. Ella colaboró en la investigación del libro que le dio fama mundial: A sangre fría. Quizá también con ella salió a buscar frutos al bosque como el pequeño Buddy con su prima mayor. El cuento fue adaptado a la televisión con la voz en off del propio autor.

Hay un tono, una forma de escribir de Capote que encierra siempre esa nostalgia por la niñez perdida, por los afectos truncos, por sentirse sapo de otro pozo. En declaraciones a Página 12, el autor colombiano Efraím Medina Reyes afirmó que “leer a Capote enriquece las posibilidades de cualquier aspirante a escritor”. Y, en otro tramo de la nota, aseguró que su vida fue “su propio experimento literario”. Un experimento que dejó novelas fundacionales y cuentos como este, que siempre vuelven para esta época como el grito de llamada para anunciar que empezó la temporada de tartas.