Alejandro Garzón Maceda, el hombre que compró la Luna

El abogado cordobés compró un terreno en la Luna para su hija. Es el primer argentino en poseer una parcela en el satélite de la Tierra. “No sé si compré un motón de mucho o un motón de nada”, deslizó en diálogo con Radio Universidad. Lo importante es “hacer realidad los sueños”, afirma.

“¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son”.

Quien sabe si don Calderón de la Barca pensó en comprarse la luna al escribir las líneas que preceden este texto, pero lo cierto es que Alejandro Garzón Maceda les hizo honor a sus versos cuatro siglos después. “Los sueños, sueños son”, pero mejor cuando se hacen realidad.

Porque Alejandro, nacido en Córdoba en 1957 y radicado desde hace mucho tiempo en Misiones, se jugó por un sueño a pesar del qué dirán, porque para él la vida no tendría sentido sin concretar aquello que nos entusiasma. Hace algunos años atrás, María, su hija mayor, le comentó que vendían lotes en la Luna, sí, en la mismísima luna que tanto inspira a los poetas. Alejandro fue y compró una parcela. “¿Por qué no?, pensé. Hice como el poeta que le bajó la luna a su amor”, compara. Así, se convirtió en el primer argentino en comprar un pedazo de Luna, aunque con el paso de tiempo se sumaron otros 1.800, entre cantantes populares y personajes mediáticos.

Propietario lunar

“No se si compré un motón de mucho o un motón de nada”, se pregunta en diálogo con Hernán Garciarena en el programa “Lo primero que escuchás” por Radio Universidad 89.1. Este abogado que es funcionario del gobierno misionero pagó cien dólares por una hectárea y media del satélite natural de la Tierra. “Yo les di un papelito y ellos me dieron otro”, en alusión al documento que acredita la propiedad que adquirió a más de 384 mil kilómetros de la Tierra.

Esa operación que hizo con la empresa vendedora Lunar Embassy tiene respaldo legal, aunque parezca mentira. Sucede que las leyes de los Estados Unidos lo permiten. Para Alejandro, lo importante es hacer posibles los sueños y no quedare sin hacer nada.  “No importa el qué dirán”, apunta, porque al principio de esta quimera le advertían que se iban a reír de su locura, pero Alejandro contestaba que no se puede vivir “en función de lo que van a decir los demás”. Es decir, hay que hacer lo que a uno lo haga feliz mientras no lastime a nadie. Tampoco le importa si algún día pisará el suelo lunar.

Más allá en el cielo

Este abogado que estudió en colegios religiosos de la ciudad de Buenos Aires se considera un hombre creyente. “Yo creo que tiene que haber algo que nos dio origen.  Llamalo como quieras: Dios, Mahoma o Buda, pero no puede ser que todos los seres humanos, en toda la historia tuvieron un pensamiento de que había algo más allá”, teoriza.

Ese pensamiento lo forjó al recorrer el mundo y conocer distintas culturas. “A mi me gusta viajar, conocer. Desde los 13 años recorrí América a dedo y después conocí China, Nueva Zelanda, Rusia y Europa”.

Alejandro afirma que trabajó mucho para poder darse esos gustos porque antes que especialista en leyes se considera un aventurero. Le gusta viajar con su familia y compartir esas experiencias porque los gustos hay que dárselos en vida. Su curiosidad por lo desconocido viene de chico cuando veía por la televisión el célebre programa “Cosmos” de Carl Sagan, el divulgador científico que explicaba fácil los temas difíciles. “Me abrió la cabeza”, manifiesta, y explica: "Me enseñó que hay algo más allá” de la realidad cotidiana.

“Yo llegué a la cima del Aconcagua y esa experiencia me hizo saber que somos “un granito de arena”, pero no por ello hay que dejar se soñar. Al fin de cuentas “tiene que haber un espacio para salir del esquema. Para que no seamos, como dice la canción, ‘un ladrillo más en la pared’”, concluye Alejandro Garzón Maceda, uno de los dueños de la Luna.