“Garrafa” Sánchez, el ídolo que continúa vivo en los corazones
Hoy, 26 de mayo, el crack cumple 50 años. Repaso por la vida de un hombre que es amado en los tres clubes en los que brilló con su magia.
¿Alguna vez intentaste dominar una Pulpo, llevarla pegada al pie, sin que se fuera donde ella quería? ¿Probaste pararla de pecho o matarla con el empeine sin que rebotara a varios metros? ¿Y atajarla?, ¡imposible!, si viboreaba tanto en el aire que tenías que ser más adivino que golero. Paaaaa, y cuando te comías un pelotazo, ¡¡¡ayyyy qué dolor!!! Te quedaba una marca colorada, perfectamente redonda, por varias horas…
Dicen que, hace unas décadas atrás, en el campito de Villa La Jabonera, en La Tablada, existía un domador de Pulpo. El pibito quería jugar con la N°5 junto a sus hermanos mellizos mayores, Fabián y Adolfo, y los amigos más grandes, pero como era chiquito, le daban el pequeño balón de goma para que se entretuviera fuera del imaginario rectángulo.
Nace la leyenda
José Luis Sánchez nació el 26 de mayo de 1974 y se crió en una casa que estaba justo enfrente de la canchita del humilde barrio matancero. Entonces, cuando volvía de la escuela, se sacaba el guardapolvo, agarraba la Pulpo y se iba a jugar. Pasaba horas y horas tratando de hipnotizar a la saltarina.
Seguramente allí nacieron las gambetas, las fintas, los engaños, los regates, los firuletes, los caños, las pausas, las pegadas, la picardía, la inteligencia, el potrero…
Volvía a su hogar cuando mamá Antonia lo llamaba para comer, o cuando su papá Raimundo regresaba de hacer el reparto de garrafas. A veces, Josecito lo acompañaba en el asiento vencido de la camioneta chirriante. Por eso, años después, lo identificarían con un apodo único e imborrable: “Garrafa”.
“Yo no le quiero dar la pelota a mis compañeros, porque tengo miedo de que no me la devuelvan”.
"Garrafa" Sánchez
De mudanza a Laferrere
En 1986, cuando un tal Maradona la descosía con la camiseta celeste y blanca en el estadio Azteca y el niño lo miraba con admiración, la familia Sánchez se mudó a Gregorio de Laferrere.
En el nuevo barrio, Villa Adriana, descubrió nuevas canchitas y, ya de adolescente, José Luis insistía en compartir cancha con sus hermanos. Esta vez, en los campeonatos por plata, esos en los que las patadas para los habilidosos son moneda corriente.
Los mellizos trataban de que no se presente, porque para entonces jugaba en las categorías menores del club de barrio y no querían que lo lastimaran. Pero el “Gordo”, como lo llamaban cariñosamente sus allegados, se las rebuscaba para entrar y romperla.
Un día, un amigo lo invitó para ir a probarse a Deportivo Laferrere, club que le quedaba a unas cuadras de su casa y del que era hincha.
Carlos Burba lo observó, le vio las condiciones innatas para vestir la verde y blanca, desfachatado a la hora de encarar defensores y con una personalidad fuerte pese a sus 15 años, y quedó. Ahí comenzó la leyenda.
“Vamos Laferrere, vamos a ganar, pa’ el ‘Loco Garrafa’, pa’ los que no están; vamos Laferrere, vamos a ganar, que toda la villa, es un carnaval”.
Hit de la hinchada de Lafe
La historia de un amor, como no hay otra igual…
El muchacho fue escalando divisiones en el Verde y comenzaba a escucharse “Garrafa” en las tribunas del “Morumbí”. Pero en otros ámbitos también…
En los Kilómetros, en los torneos de penales por plata, todos lo conocían. Sabían que era el zurdo que hacía una pausa antes de patear, aunque nunca le podían adivinar el palo. A veces, el “Loco” (un apodo más) se paraba para pegarle con la izquierda letal y, cuando llegaba a la pelota, le pegaba de derecha. Era imprevisible, e imbatible. Nadie le ganaba.
Su carrera ascendente como futbolista lo hizo llegar a la Tercera de Lafe, pero la rotura de ligamentos en una de sus rodillas lo dejó inactivo por más de ocho meses. Se bajoneó bastante, pensó que no iba a jugar más, pero su espíritu y el apoyo de los suyos lo hicieron volver.
Cuentan que, como consecuencia de la lesión, ya no era el mismo jugador veloz que desparramaba rivales por el césped en su carrera con pelota dominada hacia los arcos contrarios. Sin embargo, con la zurda mágica la seguía pisando y mimando.
El gran debut
“Pibe, juega usted”, dijo Roberto Ferreiro, DT de Laferrere, y le dio la casaca N°3.
El “Villero” tenía que jugar el clásico matancero frente a Almirante Brown, por la fecha 19 de la Primera B Nacional, y como Boldorini debía ocupar el lateral derecho ante la ausencia de Malvarez, Sánchez se adaptó a la posición que ordenó el entrenador: marcador de punta izquierdo. Así fue como, el sábado 20 de noviembre de 1993, “Garrafa” Sánchez debutó en Primera.
La orden fue clara: contener a los volantes y delanteros del aurinegro. Pero Sánchez no pudo con su genio, y con el desparpajo de los vigorosos 19 años, sacó a relucir su habilidad enganchando para adentro y para afuera, tirando caños y asestando pases precisos.
El primer grito de gol con la camiseta del Verde lo convirtió poco más de un año después, el 11 de febrero de 1995, cuando Lafe visitó a Colón en Santa Fe, por la fecha 22 del torneo del Nacional B 1994/95, y perdió por 5 a 1.
Para ese entonces ya contaba con la Diez en la espalda y la idolatría de los “villeros”. El último partido en el club de sus amores fue el 5 de julio de 1997, en la cancha de los Andes, en el partido de vuelta por el segundo ascenso al Nacional B frente a El Porvenir.
En el primer encuentro, en Caseros, que ganaron los de Gerli por 2 a 0, “Garrafa” Sánchez no jugó porque estaba suspendido. Tras la derrota, desde la platea, se insultó con Ricardo Calabria, exárbitro y DT del Porve, y le juró que en el partido de vuelta le iba a hacer tres goles.
A la semana siguiente, en el “Gallardón”, el juez pitó el inicio, el Diez la agarró, encaró hacia el área gambeteando a tres rivales y cuando iba a sacudir, lo bajaron. Pateó el tiro libre, la clavó en el ángulo y se lo gritó a Calabria en la cara. Carlos Ramírez y Sergio Cáceres convirtieron dos más para Lafe, pero Walter Jiménez marcó para el blanquinegro y le dio el pase a la otra ronda.
Cuando terminó el duelo, el crack se acercó a Calabria, le extendió la mano y lo felicitó. Y ahí comenzó otra historia.
El ídolo del Sur
En la temporada 1997/98 de la Primera B, El Porvenir (que perdió con San Miguel en la semifinal del mencionado Reducido) de Calabria contrató a Sánchez.
En 27 partidos, metió diez goles y fue una de las figuras del ascenso al Nacional B. Durante los festejos, el astro matancero se sacó la camiseta negra y blanca y abajo tenía la de Lafe. Nadie le reprochó nada, porque ya era adorado en el sur también.
Ese Porvenir jugaba tan bien que fue invitado por la AFA para hacer de sparring de la Selección argentina en el predio de Ezeiza. El Mundial de Francia era el objetivo y los dirigidos por Daniel Passarella necesitaban minutos de fútbol. Y el “fúlbo”, tal como lo eternizó su película, lo puso “Garrafa”.
Desde la institución trascendió que la Selección se impuso por 4 a 2, pero lo cierto es que los de Gerli ganaron por 3 a 1, con un gol y dos asistencias del “viejo” (tal como lo llamaron) que volvió locos a Javier Zanetti, Roberto Ayala, Matías Almeyda y Diego Simeone, entre otros.
Breve paso de "Garrafa" Sánchez por el exterior
Después de descollar con el Porve en el Nacional –jugó 27 partidos y convirtió 18 tantos-, José Luis fue transferido al Bella Vista de Uruguay.
Sin embargo, al poco tiempo de jugar del otro lado del charco su papá Raimundo se enfermó y el astro decidió dejar todo para acompañar a la familia. Se subió a la chata y repartió garrafas. También hizo pozos de obra con su hermano por 100 pesos. Estuvo siete meses alejado de las canchas.
Otra vez a romperla en el Sur
Cuando decidió volver a la acción, lo llamaron desde Ferro y Banfield, pero se decidió por el “Taladro” porque estaba su amigo Rubén Forestello.
El 3 de septiembre de 2000 se presentó con la casaca verde y blanca frente a Chicago. Banfield ganó por 6 a 1 y uno de los tantos, de penal, fue de “Garrafa” Sánchez, quien se levantó la camiseta y, con una remera con la imagen de su papá en el pecho, elevó la mirada y brazos al cielo. Desde entonces, en cada gol, repetiría el tributo.
Tras un campañón, con 22 presencias y once conquistas del Diez, el conjunto de Mané Ponce llegó a la final por el ascenso a Primera frente a Quilmes. En los primeros 90, en el “Florencio Sola”, brindó las asistencias para que el “Gatito” Leeb y el “Yagui” Forestello comiencen a escribir la historia: 2-1 y al Centenario.
El domingo 20 de mayo de 2001 fue consagratorio para “Garrafa”. No lo pudieron parar. A los 30 minutos del primer tiempo, le hicieron un penal y lo transformó en gol. En el complemento, le sirvió el balón en la cabeza de Pablo Del Río y, sobre el final, se la mató al “Yagui” en el corazón del área para el 4 a 2 histórico.
En los festejos, y ante el éxtasis de los hinchas del “Taladro” por lo que había hecho su ídolo, gritaban: “Borón bombón, borón bombón, para ‘Garrafa’, la Selección…”.
De regreso al pago
Con Banfield jugó en Primera y, fiel a su costumbre, la rompía en cada juego. Pero una pubalgia en 2004 y una fisura en un hueso de la cadera, lo fueron alejando del equipo titular. Una vez recuperado, el DT Julio César Falcioni no lo tenía en cuenta. Por eso, a mediados de 2005, el crack volvió al club de sus amores, el que lo vio nacer.
La llegada de "Garrafa" Sánchez a Laferrere fue una revolución. El ídolo, otra vez con la verde y blanca, acariciando a la “caprichosa” en el “Morumbí” fue una sensación.
La presentación fue el 9 de agosto, en la cancha de Temperley, por la fecha 1 del torneo de la Primera B. El Gasolero estrenaba las torres de iluminación y José Luis fue al banco de suplentes.
Los hinchas lo volvieron loco (más loco) por su pasado en Banfield. Cuando le tocó entrar, era una caldera. Primero lo amonestaron por una falta y, en otra jugada, reaccionó y le mostraron la segunda amarilla. Expulsión y a la ducha.
Solo jugó cinco partidos en esa temporada y, contra Defensores de Belgrano, fue el único como titular. El 10 de diciembre, por la fecha 18, entró con la 15 en el segundo tiempo ante All Boys en Floresta. Lamentablemente esa, sin saberlo, fue su última función.
Unos días más tarde, después de un entrenamiento de pretemporada, se golpeó con su moto (su otra pasión) en la puerta de la casa y pasó a otro plano, donde también debe dominar a la Pulpo como ninguno… Pero pese a su ausencia física, “Garrafa” Sánchez no se fue. Está vivo en cada bandera, mural, paso bajo nivel, tatuaje, tribuna, recuerdo… Por eso, hoy, te decimos: ¡Felices 50, crack!, pasala lindo.
Texto, notas y producción: Diego Daorden
Video
Cámara: Rodrigo Orellana
Asistente y edición: Lucio Marino
Fotos
Museo Deportivo Laferrere
Libro “Laferrere mi religión”
Soy de Banfield
Plaza “Garrafa” Sánchez