El Mirasol no tuvo fútbol ni alma y quedó obligado a ganar por dos goles para llegar a la final
El equipo protagonizó una actuación decepcionante y perdió sin atenuantes por 2 a 0 ante Riestra en la primera semifinal del Reducido. En la revancha, que se jugará el próximo domingo en Isidro Casanova, deberá mejorar mucho para dar vuelta la serie.
Ni el más pesimista de los hinchas aurinegros podía imaginarse una actuación tan penosa de Almirante como la que protagonizó ante Riestra este lunes, en el Bajo Flores, en el partido de ida de la semifinal del Reducido. Sin juego, y sin rebeldía, lo que fue lo más inesperado y doloroso, perdió 2 a 0 y quedó muy complicado de cara al partido de vuelta del próximo domingo en Isidro Casanova.
Se sabía de antemano que el duelo ante el Malevo iba a ser friccionado y que el Mirasol iba a tener que imponer presencia y templanza para salir bien parado en este primer encuentro. Por eso, fue asombrosa la tibieza con la que encaró el encuentro. Perdió casi todas las pelotas divididas y estando en desventaja ni siquiera tuvo reacción anímica para, al menos, empujar al local contra su área con pelotazos.
Los goles de Riestra fueron la síntesis de la liviandad que exhibió el equipo de Darío Franco. Ambos llegaron después de corners desde la izquierda. En el primero, Eric Tovo (un ex Almirante para colmo) cabeceó en soledad y fusiló a Ramiro Martínez casi adentro del área chica. Y en el segundo, Gustavo Fernández, increíblemente sin marca, también sometió al Mono con un derechazo furioso en la puerta del arco.
El resultado pudo haber sido lapidario si el local enhebraba bien una contra con ventaja numérica en la que Tomás Villoldo, por centímetros, no pudo tocar al gol con el arco vacío.
Ahora, Almirante está obligado a cambiar drásticamente su imagen en la revancha en Casanova. No solo por la obviedad de que necesita ganar por dos goles para meterse en la final del Reducido (tiene ventaja deportiva y ante igualdad en la diferencia de tantos se clasifica), sino también porque sería una pena y una injusticia que la última imagen del conjunto aurinegro en la temporada sea tan desteñida, después de haber construido una gran campaña, jugando a veces mejor o a veces peor, pero siempre con el corazón en la mano.
Cuesta creer que el Mirasol, con todo su público apoyando en un Fragata Sarmiento que lucirá repleto, repita una actuación tan floja como la de este lunes en el Bajo Flores. Y allí radica la ilusión del pueblo aurinegro, que sueña con volver a jugar una final por un ascenso a Primera. Para que eso ocurra, deberá gritar al menos dos goles. Y no sufrir ninguno en propia puerta, claro. Por supuesto que el grado de dificultad es grande. Más ante un rival que ha demostrado saber plantarse en territorios hostiles. Si juega como lo hizo este lunes, esto será una utopía. Pero si lo hace como supo hacerlo en buena parte de este 2023, habrá chances.