Acribillan a la unidad de la comunidad por el buen vivir
En este artículo, el Observatorio Social de la Universidad Nacional de La Matanza repasa el compromiso incondicional de René Mendoza, el referente vecinal del barrio San Cayetano que fue asesinado, este domingo, luego de mantener un encuentro para exigir más seguridad en la zona.
René Mendoza, líder comunitario de 78 años, fue asesinado. El crimen ocurrió luego de haber mantenido una reunión para conversar con la comunidad sobre la inseguridad generada por la presencia del narcotráfico en la ribera del río Matanza, en el barrio San Cayetano.
Al llegar a su casa, se presentaron dos individuos. El hijo de René atendió amablemente a las personas que pidieron hablar con el referente. El argumento: querían ayudarlo con el tema para el cual había sido convocado el encuentro. Y, como no podía ser de otra forma, porque él siempre sembraba diálogo para que crecieran las redes comunitarias, salió a recibirlos.
Pero esta vez, no hubo palabra que pudiera emparchar lo que ya estaba roto.
Le vaciaron dos cargadores. Cuando el último estruendo por fin se terminó, el objetivo había sido completado: apagar la voz del referente de una comunidad que, a base de lucha y organización, inició el largo camino de incomodar cada vez que se proponía romper con la segregación y la injusticia.
Sobran los adjetivos para calificar esta acción. Siempre indigna y repudiable. Pero, en este caso y sin lugar a dudas, el crimen excede ampliamente el ataque a una persona.
Los tiros que hirieron de muerte a René apuntaron al corazón, al rostro, a los brazos de una comunidad luchadora, que encontró en él a un ser excepcional que, como pocos, logró transmitir la cultura milenaria de su pueblo para enfrentar los males de esta época: la desesperanza en las propias capacidades de la comunidad para transformar el futuro.
René, que perteneció a las fuerzas policiales en su Bolivia natal, jamás recurrió en su barrio a otra fuerza que no fuera la de su ejemplo, al que sabía acompañar con justas palabras y con una presencia luminosa.
El barrio es testigo de su trabajo. Ese barrio en el que eligió vivir junto con su amada esposa, de la que afirmaba: “Es una mujer muy sabia, es la persona más inteligente que conozco”. “Siempre sigo sus consejos”, decía con los ojos brillando por amor a Gloria, quien hacía más y más grande la olla para darles de comer a quienes no tenían el suficiente amor y sustento, sin preguntar nada.
También es testigo el barrio de la línea de transporte publico que rompió las barreras del olvido para acercar la vecindad al trabajo y a la escuela. O del espacio que gestionaron para tener su subcomisaría para paliar un poco la violencia organizada y cotidiana. O del alumbrado público que se consiguió con el esfuerzo de su comunidad. O con los zapatos nuevos que se quitó de sus pies para entregarlos a un joven y que pudiera lucirlos en un cumpleaños de 15.
Se podría seguir sumando hechos, fotos que no salieron en los diarios ni en las redes, porque, justamente, no había nada de extraordinario en estas prácticas para René.
Pero estas palabras buscan una lectura colectiva. Esa conciencia que debe despertarse para enfrentar a la violencia organizada que busca destruir las ideas de comunidad.
Ese es el verdadero objetivo de quienes balearon a René.
Hoy, que el ejemplo y sus luchas sigan vivas depende de que la indignación sea colectiva. Y que, a su vez, pueda abrazar a su familia.
Hoy, la dignidad está gravemente herida.
Así lo expresa el repudio de quienes acompañan la lucha por el buen vivir. Esa que René profesó.