Julio Rubén Cao: a 61 años del nacimiento de un héroe
El joven docente de 21 años murió en las Malvinas luego de enrolarse al ejército voluntariamente. Su madre se encargó de reivindicar su legado.
Ya han pasado 61 años del día en que nació un héroe matancero: Julio Rubén Cao, un joven docente apasionado por su profesión con régimen militar cumplido en el Regimiento de Infantería Motorizada III General Belgrano de La Tablada que vio la necesidad de luchar por su país tras los sucesos del 2 de abril de 1982. Julio tenía 21 años y era maestro en la Escuela Primaria N° 32 de Gregorio de Laferrere, que ahora lleva su nombre en su honor.
Por esos tiempos, el soldado, al ver los camiones que pasaban por su casa, notó que algo sucedía y el sentimiento de enrolarse para defender la Patria fue más fuerte que todo lo que atravesaba su vida, incluso el embarazo de su esposa.
Su hija nació un 28 de agosto de 1982, pero Cao no pudo conocerla: el muchacho, que les enviaba cartas de aliento y cariño a sus alumnos desde las Islas, murió en combate antes de regresar. “Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora solo le pido a Dios volver con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes”, escribió en una de sus cartas.
Aunque su cuerpo permaneció enterrado 37 años en las Malvinas bajo las siglas “NN”, Delmira Cao, su madre, logró reivindicar su legado. Lo primero que hizo fue donar las placas de su hijo al museo del Centro de Veteranos de La Matanza, logró que quede inmortalizado en el Ateneo Don Bosco de Ramos Mejía con sus cartas y en 2018 impulsó una labor de identificación de la lápida, que ahora tiene su nombre y apellido.
Tal fue la tarea que Delmira realizó por hacer conocer la historia de su hijo, que es recordada como “la madre” de todos los veteranos de Malvinas: fundó la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, se hizo presente en las actividades desarrolladas por los excombatientes y participó en cada una de las marchas y movilizaciones, entre otras cosas.
En sus últimos años, Delmira se apropió de los sueños que Cao anhelaba cumplir y los hizo realidad. Logró que su hijo sea reconocido como un héroe y un docente que disfrutaba de su ocupación, que buscaba hacerles saber a sus alumnos del 3° D que lo esperaban, que estaba luchando por ellos.