Preocupa la fuerte caída en la industria del calzado matancera
Las importaciones crecieron 28 por ciento interanual y acentúan el achicamiento del mercado local, que sufre bajas de hasta 40 por ciento en las ventas, tanto mayoristas como minoristas.
Si hay un sector que es termómetro del panorama productivo de La Matanza es el del calzado: como capital nacional de esa industria –como fue declarado el Distrito en 2006 porque su territorio concentra más del 50 por ciento de las empresas del rubro-, es sabido que es el primer lugar del país en que suena la alarma si la actividad decae. “Las fábricas están paralizadas: las importaciones crecieron fuerte y el mercado interno no repunta”, trazó como escenario Alberto Sellaro, empresario matancero y presidente de la Cámara de la Industria del Calzado (CIC).
Los datos duros dan cuenta de este combo que amenaza con jaquear la industria: de acuerdo al relevamiento de la CIC, durante 2016, las importaciones crecieron 24 por ciento interanual, al pasar de los 21 millones de pares ingresados en 2015 a los 27.300.000 pares que se importaron el año pasado. “Y entre enero y el 15 de julio de este año, ya contabilizamos un incremento de 28 por ciento con respecto al mismo período de 2016, lo que nos da cerca de 30 millones de pares”, puntualizó Sellaro.
El ingreso de productos fabricados en el exterior se suma a la caída del mercado interno. La industria hace dos exposiciones anuales importantes, una por cada temporada. En la última, realizada en junio con la producción primavera-verano, “se vendió 40 por ciento menos que el año pasado”, puntualizó Sellaro. “El comerciante no nos compra porque no vende y todavía no cobramos lo producido en la temporada de invierno. No hay rentabilidad ni fábrica que lo banque”, lamentó.
No hacen pie
Ernesto Peralta, titular del gremio que nuclea a los trabajadores del sector en La Matanza, palpa la misma situación, todos los días, en las fábricas locales. “Conflictos laborales hay de a montones: en el sindicato hay un desfile constante de compañeros que no cobran, o que fueron suspendidos, o que trabajan menos días a la semana. El panorama es peor cada día que pasa y estamos atravesando uno de los peores momentos históricos de la industria en el Partido”, aseguró.
La falta de ventas minoristas es el factor clave que explica este escenario. De acuerdo al último relevamiento que la Secretaría de Producción local realizó en más de mil comercios del Distrito, dio cuenta que, en mayo, las zapaterías matanceras vendieron 39 por ciento menos que el año pasado.
“El escalón de caída de ventas es cada vez más alto: si el año pasado se hablaba de 20 o 30 por ciento, hoy ya llega a 40 o 50 por ciento. Y los fabricantes tienen muchos problemas en la cadena de pagos porque quienes les venden los insumos, que son sectores mucho más concentrados, les acortaron el plazo de pago a 30 días y, a su vez, los comerciantes les pagan la producción a 60 o 120 días”, explicó la titular de la cartera, Dèbora Giorgi.
“En las fábricas que recorremos, vemos las líneas de producción paradas a las 3 de la tarde y pilas de productos terminados entre las máquinas, y ya no en los depósitos, porque la mercadería no tiene salida”, graficó la funcionaria.
Impacto en el poder adquisitivo Otro de los factores atados al complejo momento de la industria es el derrumbe del poder adquisitivo de los empleados del sector. De hecho, la paritaria, vencida en mayo, se cerró, recién, sobre el final de junio, con un aumento de doce por ciento retroactivo al salario de ese mes, más un once por ciento que se cobrará desde enero, junto a 6.000 pesos, por única vez, repartido en cuatro cuotas.
“Con ese aumento, el año que viene, el sueldo promedio va a quedar en unos 16.000 pesos; no alcanza para nada. Pero lo peor es que en las fábricas no hay plata, entonces muchas adeudan aguinaldos, quincenas y los retroactivos. Pero, al mismo tiempo, los empresarios no nos mienten cuando nos dicen que no venden nada”, sumó Peralta.
El referente sindical planteó que “la situación laboral se agravó desde diciembre, cuando teníamos unos 500 despedidos formales y el doble en el sector informal” en el Distrito. Si bien esos números aun no fueron actualizados por el gremio, Peralta destacó: “Hasta enero, se iban adelantando vacaciones y piloteando los conflictos, pero ya llegamos a un punto en que eso no se pudo sostener y los despidos se intensificaron. Los que mantienen el empleo, están trabajando menos horas o menos días a la semana y, entonces, también cobran mucho menos”.